9/01/2024

Correcciones de la Unidad, por Neshamot Deot

BS"D


Por Neshamot Deot 

Al explorar el concepto de la Unidad del Creador según la Torá y su desarrollo en la rica tradición oral del judaísmo, se hace evidente que las interpretaciones externas a esta herencia a menudo distorsionan el mensaje esencial de la unicidad divina. Estas distorsiones no son meros malentendidos superficiales, en realidad son el reflejo de como la mente humana al no estar inmersa en los estudios profundos de la Torá, tiende a fragmentar la realidad, proyectando en ella divisiones y dualidades que son ajenas al pensamiento judío, y en su recorrido va conformando dioses empleando muchas estrategias retóricas, como la personificación, la deificación, la hipóstasis, la corporificarción,  la metáfora trascendental, la apoteosis, la sacralización, la mitopeya, la sobreatribución, la teomorfización y la inmortalización. 
A lo largo de la historia, especialmente en tiempos modernos, han surgido múltiples ideas que buscan desafiar la pureza del monoteísmo judío al interpretar sus fuentes principales desde una perspectiva politeísta o asumiendo que se originan desde ahí. Estas ideas, aunque variadas, comparten la tendencia de querer dividir lo que en el judaísmo es indivisible. Entre las nociones erróneas se incluyen la percepción del Creador a través de una polaridad masculina y femenina, la concepción de un dios de la derecha y otro de la izquierda, e incluso la noción de un "Dios de dioses", como si el Dios único pudiera formar parte de una jerarquía divina más amplia. Estos errores provienen, en gran medida, de lecturas directas e interpretaciones sin una formación adecuada, olvidando que la Torá no es solo un libro, sino parte de una tradición que requiere un marco interpretativo para su correcta comprensión.
Algunos han llegado a imaginar un Dios del bien y otro del mal, proyectando un dualismo sobre la divinidad que es extraño a la esencia del judaísmo. Otros, influidos por corrientes filosóficas externas, han distinguido entre un Dios de la luz y un Dios de la oscuridad, o han contrapuesto un Dios trascendente a un Dios inmanente, olvidando que en la tradición judía, Dios trasciende tales categorías y las abarca simultáneamente para expresarse conforme a nuestras limitadas categorías, pero está más allá de ellas.
En sus formas más extremas, estas ideas se convierten en oposiciones aún más divergentes, como la separación entre un Dios total y un demiurgo, o entre un Dios personal y otro impersonal. También existen interpretaciones que oscilan entre el panteísmo y la monolatría, cuestionando la centralidad de un solo Dios y confundiendo su verdadero significado. Además, se encuentran las nociones que enfrentan la existencia de Dios con su no existencia, situando la idea de lo divino en el terreno de la duda filosófica más radical.
Uno de los ejemplos más patentes de todo esto se dio cuando en las interpretaciones esotéricas cristianas y gnósticas que hacían a textos del Tanaj se desviaron bajo alguno de estos motivos retóricos para extender en una doctrina, el nivel de comprensión al que solamente atendían con tal de no acogerse a la tradición interpretativa del judaísmo expresada en la Toráh Oral. Así se gestaron nombres como el de Yaldabaot que, en contextos gnósticos, se refiere a una figura maligna o inferior, pero en realidad es una deformación del nombre hebreo "Yah-Sebaot" (YHVH de los Ejércitos), un título de Dios en el judaísmo. O por ejemplo el menos conocido Il Separatio, una personificación de la palabra badal de Bereshit (Génesis) 1:4, separación o distinción, pero que un culto minoritario transformó en un ente independiente de Dios y de Satán, una suerte de tercera fuerza que reinaba sobre los indecisos. O También esta el caso de Monad, o la Mónada absoluta y separada de toda materialidad y que está muy por encima “del dios judío”, como en su antisemitismo solían decir los diversos grupos gnósticos; ese nombre en realidad es la versión producto del desconocimiento de la idea detrás de Ejad "Uno", que enfatiza la unicidad y unidad de Dios. En el judaísmo, estos nombres no se refieren a entidades separadas, sino a diferentes grados de percepción de lo divino dentro de una visión “monoteísta”. 
Para corregir estas desviaciones y restaurar la claridad sobre la Unidad Divina que va más allá del monoteísmo convencional, es esencial regresar a las fuentes originales. El estudio de la Torá y la tradición oral judía proporciona las herramientas necesarias para desmantelar estas interpretaciones erróneas y reafirmar la unicidad de Dios como uno de los pilares fundamentales del judaísmo. No se trata solo de comprender los textos, sino también de profundizar en las enseñanzas de los sabios y rabinos que, a lo largo de los siglos, han preservado y explicado este concepto con gran precisión.
Este análisis debe ir más allá de una simple comparación de ideas. Es crucial entender las raíces de estos malentendidos, las influencias culturales y filosóficas que los han fomentado, y cómo pueden ser refutados desde una perspectiva judía auténtica. De este modo, no solo se aclararán las confusiones existentes, sino que se fortalecerá la comprensión del verdadero significado de la unidad del Creador según la tradición judía, mostrando cómo esta unicidad abarca y trasciende todas las categorías concebibles por la mente humana. 
Consideremos algunos de estos errores comunes a la luz de algunos comentarios que anexo, a fin de hacer lo que he denominado  תיקונים לאחדות (Tikunei Le’Ajdut): Correcciones a la Unidad, no queriendo decir con ello que la Unidad en Sí Misma debe ser corregida, sino que debe entenderse que en nosotros deben hacerse dichas correcciones para poder captarla de un modo más adecuado y claro. Por supuesto, cada uno de estos errores pueden ser acompañados de un sinfín de citas de la Torá y nuestros sabios que contribuirían muchísimo a enmendar las distorsiones que han provocado, pero basta por ahora ensuciarlos junto a su correspondiente refutación directa. Comentado esto, pasemos a los diez errores fundamentales para comprender la Unidad Divina:  
1) "Dios de dioses": Es un malentendido común interpretar la expresión "Dios de dioses" como una forma de katenoteísmo o henoteísmo en el Tanaj, la creencia en múltiples deidades subordinadas a un dios principal que es adorado preferencialmente. En el judaísmo, esta frase subraya la soberanía absoluta de YHVH, quien es único y supremo sobre cualquier entidad considerada poderosa o divina en otros contextos. No implica la existencia real de otros dioses, sino que reafirma el monoteísmo radical, donde cualquier "dios" fuera de YHVH es, en realidad, una creación sin poder independiente.
2) Dios asociado solo con el bien y la luz: Es erróneo creer que Dios está vinculado únicamente con el bien y la luz, dejando el mal y la oscuridad fuera de su dominio. En el judaísmo, Dios es el creador y soberano de todo, incluyendo tanto el bien como el mal, la luz y la oscuridad, como se refleja en Yeshaiahu (Isaías) 45:7: "Yo formo la luz y creo la oscuridad, hago la paz y creo el mal; Yo, HaShem, hago todas estas cosas". También otros pasajes nos mencionan a la oscuridad y el Sheol como su morada. Esto subraya la soberanía total de Dios, quien abarca todas las fuerzas y aspectos de la existencia en su unidad e infinitud.
3) Separación entre el Dios Total e Infinito y un demiurgo: La idea de separar al Dios Total e Infinito de un demiurgo es una noción influenciada por tradiciones externas como la gnosis y el platonismo. En el judaísmo, Dios es tanto el Creador como el Sustentador y posible (o no) Destructor del universo, sin divisiones internas ni comparticiones de poder. La idea de los dualistas horizontales (los que proponen dos dioses equilibrados en pugna) o los dualistas verticales (lo que separan entre un aspecto superior e inferior de la divinidad) es fácilmente refutada por la principal de declaración de la Toráh: el Shemá Israel.    
4) División entre un Dios inmanente y un Dios trascendente: Pensar en Dios como entidades separadas en términos de inmanencia y trascendencia es incorrecto. En el judaísmo, Dios es una presencia única que, aunque trasciende el universo, también se manifiesta en él. Su inmanencia refiere a su presencia en todo lo existente, sin que esto signifique que Dios sea parte del mundo creado. Al contrario, su infinitud y trascendencia coexisten con su presencia constante en todas las cosas. YHVH es tanto inmanente como trascendente, manifestándose en la creación mientras permanece infinito y total. No existe en la tradición judía una distinción entre un Dios trascendente y otro Inmanente que opere directamente en el mundo material de modo separado. Para entender ese aspecto, de modo particular propongo emplear el neologismo Transinmanencia.
5) Dualidad entre un Dios personal y uno impersonal: Otra confusión es la supuesta dualidad entre un Dios personal, antropomórfico, y un Dios impersonal y absoluto. En la tradición judía, Dios es una presencia única que, aunque trascendente, es cercana y personal, actuando en la vida humana y la historia, sin ser limitado por características humanas. A la vez, el judaísmo reconoce que Dios es absoluto y sin cualidades en su esencia, una idea expresada en el concepto de Ein Sof (infinito). Así, no hay división entre lo personal y lo impersonal; la diferencia la hacemos nosotros por ignorancia y también por pedagogía, para poder hacer referencia de aquello que es Superior a cualquier intento de captación.  
6. Confusión entre panteísmo y monolatría: Interpretar el concepto de Dios en el Tanaj como relacionado tanto con el panteísmo con la monolatría es un error. El panteísmo sostiene que Dios y el universo son lo mismo, mientras que, en el judaísmo, Dios es el creador del universo, pero no se identifica con él como limite a su esencia. La monolatría implica la existencia de varios dioses, pero la adoración a uno en particular al que se le destaca por el servicio devocional que se le ofrece. 
7) Un dios con cuerpo: Hasta el día de hoy hay quienes no pueden concebir algo si no tiene un cuerpo. En la antigüedad esta noción estaba mucho más extendida y por ello en la gran mayoría de concepciones religiosas los dioses tenían cuerpos. El judaísmo rechaza de manera categórica la idea de un dios corporal o material, una noción que contradice la esencia de la divinidad tal como se entiende en la tradición judía. La corporeidad implica limitación, definición y finitud, todas ellas cualidades que son completamente ajenas a la naturaleza de Dios en el judaísmo. El rechazo del antropomorfismo, en tanto que empleado para atribuirlo a Dios, es esencial para mantener la pureza del monoteísmo. Cualquier intento de atribuir a Dios características físicas o humanas es visto como un peligroso paso hacia la idolatría. Las descripciones antropomórficas que aparecen en los textos bíblicos, como "la mano de Dios" o "los ojos de Dios", son entendidas por los sabios de Israel como metáforas que ayudan a los seres humanos a comprender acciones y atributos divinos, pero no deben tomarse literalmente, tal y como lo explicó debidamente el gran Rambam en Moré Nebujim. En el judaísmo este rechazo de la corporeidad divina es uno de sus pilares y lo distingue de otras tradiciones que, a lo largo de la historia, han tendido a humanizar lo divino, creando deidades con formas y características humanas.
8. Un dios circunscrito a un territorio: Que se diga “Dios de Israel” es la declaración de una relación, no es una descripción limitante. Este tipo de error refleja una comprensión antropomórfica y limitada de Dios propio de la idolatría antigua, similar a las creencias politeístas en las que los dioses son percibidos como entidades con poder circunscrito a ciertos lugares o dominios específicos (por ejemplo, un dios de la montaña, un dios del mar, etc.). Esta visión fragmentada de la divinidad es justamente lo que el judaísmo rechaza, afirmando la unicidad y universalidad de Dios, quien trasciende todas las divisiones físicas y territoriales. Por eso en el pasaje del libro primero de Melajim (1 Reyes) 20:28, se alude a un error relacionado con la falsa concepción de la Divinidad, que puede asociarse con la creencia en un dios territorial o limitado a un aspecto particular de la naturaleza, en este caso, a la idea de que HaShem es "Dios de los montes" y no "Dios de los valles". El mensaje del pasaje es claro: el poder de Dios no está restringido a un tipo de terreno o a un lugar específico; YHVH es el Dios de todo, tanto de los montes como de los valles, y su autoridad abarca toda la realidad y no una porción de ella.  
9) Dios o Diosa En la tradición judía, los aspectos masculino y femenino no representan dos entidades separadas, sino que son expresiones simbólicas de los diferentes modos en que Dios interactúa con el mundo y se revela a sus criaturas. Dios trasciende completamente las categorías de género, ya que no posee una forma física ni se limita a las características humanas. En lugar de concebir a Dios como un ser dividido en masculino y femenino, la tradición judía lo describe como una unidad que abarca y trasciende todas las dualidades. Que en algún pasaje se usen términos masculinos o femeninos en las Escrituras y en la literatura rabínica no deben entenderse de manera literal, sino como herramientas para expresar aspectos de la interacción divina con el mundo, como la justicia y la misericordia, que en la comprensión humana son asociadas con los géneros. Esta comprensión subraya que cualquier intento de proyectar una división de género en la naturaleza de Dios es una distorsión del monoteísmo judío, que afirma la unidad absoluta e indivisible del Creador, por eso está escrito en Devarim 4:15-16:
“Pero seréis muy cuidadosos con vuestras almas, pues no visteis ninguna imagen el día que El Eterno os habló en Jorev, en medio del fuego, para que no actuéis de forma corrupta y os hagáis imágenes talladas, semejanzas de ninguna forma; ni imagen de hombre ni imagen mujer” 
(Torá, traducción del Rabino Daniel Ben Itzjak)

10) Más allá del monoteísmo: El monoteísmo es un concepto de conveniencia. La Toráh es ateológica, ya que si bien menciona y se refiere a un Dios superior no habla de su esencia. Que sea Uno no significa que sea un elemento más en la existencia. La Unidad de Dios es la de abarcar todo y más allá de lo que entendemos por ello. Y eso lo proclama la Toráh (Devarim 4:35) al decir Ein od milvadó (No hay nadie sino Él), es decir es la Única realidad. El concepto de "Dios", tal como se entiende en algunas corrientes religiosas, puede deformar la verdadera comprensión de la unidad divina como el judaísmo, siendo solo una etapa limitada en el camino hacia una comprensión más profunda de la unidad absoluta en la divinidad. 
Conclusión 
La exploración de estos diez errores en la concepción de la Unidad de Dios revela las profundas diferencias entre las creencias politeístas y el monoteísmo radical del judaísmo tal como se presenta en la Toráh. Cada uno de estos errores, ya sea la interpretación de Dios como un "Dios de dioses", la percepción de un dualismo entre bien y mal, o la confusión entre los aspectos inmanentes y trascendentes de la divinidad, demuestra cómo las concepciones humanas limitadas tienden a fragmentar y antropomorfizar la esencia divina, proyectando sobre ella las divisiones y dualidades propias de la experiencia humana.
La conclusión que se deriva de este análisis es que el monoteísmo del judaísmo no es simplemente una creencia en un solo Dios en lugar de muchos, sino una concepción mucho más profunda y radical de la Unidad de Dios. Esta Unidad no permite ninguna división, ya sea en términos de poderes, territorios, géneros o cualidades. Cualquier intento de dividir, humanizar o limitar a Dios es, en última instancia, un desvío de la comprensión judía de la divinidad. La Toráh, al proclamar la unidad absoluta e indivisible de Dios, desafía a los seres humanos a trascender sus propias limitaciones conceptuales y a acercarse a una comprensión más plena y verdadera de la naturaleza divina. En este sentido, el judaísmo no solo rechaza el politeísmo, sino que también invita a una transformación profunda del pensamiento religioso y filosófico, hacia una visión en la que Dios es verdaderamente Uno, abarcando y superando toda la realidad conocida. 
Se que es difícil para muchos aceptar la Unidad dado que nuestra tendencia perceptual y conceptual es divisionista por naturaleza y en virtud de ello puede derivar en idolatría cuando nuestra mente se empeña en seguir caminos sin propósito, pero por suerte las sendas que nos traza la Torá, nos enseñan, paso a paso como poder integrar todo aquello que nos parece disperso, y ese es el camino de la Sabiduría.

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