Por Lisa Aiken.
Di-s encontró necesario crear al primer hombre y a la primera mujer con características diferentes. La Torá subraya la importancia de mantener estas diferencias a través de leyes que se aplican en forma distinta para el hombre y la mujer. Por ejemplo, le es prohibido al hombre vestir ropa de mujer o tomar cualquier actitud femenina (por ejemplo maquillarse) y viceversa. En general el judaísmo enfatiza el mantener las diferencias que Di-s creó en vez de reducirlas. Por ejemplo, la Torá prohíbe erradicar las diferencias entre especies. Nos es prohibido injertar entre especies de plantas, tejer lana y lino juntos, aparear dos especies distintas, mezclar leche y carne, etc.. Si Di-s hubiera querido que anulamos ciertas diferencias, no las habría creado deliberadamente y bendecido (S. R. Hirsh sobre Génesis 1:24).
El judaísmo tiene como premisa que cada creación física contiene un mensaje espiritual que enseñar. Y ésta no puede transmitir el mensaje cuando sus características son socavadas y anuladas.
Di-s construyó deliberadamente el cuerpo humano de manera que podamos percatarnos como él pretende que se haga uso. Más que un accidente biológico, nuestra anatomía refleja nuestros desafíos espirituales y nuestras dotes. Se ha sugerido que poseemos dos oídos y dos ojos, pero sólo una boca para así poder observar y oír más de lo que hablamos. Nuestras mentes se ubican más arriba que nuestros corazones (lo que no es cierto en muchos animales), para reflejar la idea de que nuestro intelecto (ubicado en nuestras cabezas) rige nuestros sentimientos (ubicados en nuestro corazón) y no de cualquier otra forma.
Cuando Di-s creó a la primera mujer, la Torá nos dice que fue creada de la costilla de Adam. Esto fue así ya que su influencia en él, y su principal modo de desarrollo, serían internos (Ver Génesis Rabá 17 y 18:2). El hecho de que los órganos reproductivos de la mujer y los genitales sean internos, también sugiere que la manera óptima de funcionar para la mujer, es desarrollarse internamente. La correspondiente exterioridad del hombre sugiere que él debe desarrollarse más en su interacción externa con el mundo.
Con lo expresado anteriormente, podemos ahora examinar el rol judío de la mujer en contraposición con los modernos valores seculares.
El judaísmo estimula al hombre y a la mujer a fomentar sus respectivas fuerzas tomando lo que Di-s les dio y usándolo para promover el crecimiento espiritual de ellos mismos y de otros. La Torá enseña que hay distintos caminos por los que el hombre y la mujer pueden lograr este objetivo.
Antes de poder desarrollar lo positivo en nosotros, debemos primero evitar hacer cosas que nos hieren o nos destruyen tanto a nosotros mismos, como a otros (Salmo 34:15). Debemos trabajar en nuestra realización y en el desarrollo del mundo. Logramos ambos objetivos cuidando el cumplimiento de los mandamientos de la Torá, la cual legisla lo que debemos y no debemos hacer.
La Torá contiene 613 mandamientos o mitzvot, de los cuales 365 mitzvot nos dicen qué no hacer, y 248 nos dicen qué debemos hacer. Estas son conocidas, respectivamente, como mitzvot negativas y positivas. Hay también innumerables preceptos que la ley judía nos permite específicamente o prohíbe. Ningún código de ley puede legislar cada acción concesible.
Para lograr ser un judío observante, debemos hacer más que simplemente cumplir lo que requieren las mitzvot. Debemos comportarnos apropiadamente en situaciones que no han sido legisladas con especificación. Deducimos cómo comportarse en esas situaciones basadas en cómo nos comportamos en las que están legisladas. esto es conocido como el "reino de lo permisible" o dibrei reshut.
Las mitzvot negativas están diseñadas para evitar el herirnos o herir a otros. Esto es válido tanto para el hombre como para la mujer (con sólo tres excepciones) (Mishná Kidushim 29a) porque ambos sexos tienen medios similares de no lastimarse. Las mitzvot positivas son medios específicos por los que nos realizamos. Estos, como veremos, corresponden en forma distinta para el hombre y para la mujer.
Teorías de las diferencias en intelectos principales
Así como la mujer fue creada físicamente distinta al hombre, algunos sabios judíos dicen que también fueron creadas con una principal forma de pensar diferente a la del hombre. La mujer y el hombre están presuntamente dotados por igual con la facultad intelectual de "jojmá" sabiduría innata. Sin embargo, se presume que el desarrollo intelectual en otras esferas es mucho más variable en hombres que en mujeres.
Como fue mencionado previamente, algunas interpretan según el relato de la creación, que Di-s creó a la mujer con el intelecto principal de "biná" (Génesis 2:22) y que poseen más de lo que los hombres poseen (Nidah 45b). Biná es típicamente mal traducida por la intuición. La intuición no requiere de un funcionamiento intelectual. Es simplemente una capacidad innata. En verdad, cuando se habla de biná se refiere a nuestra habilidad de adentrarnos en las emociones y pensamientos de otra persona y sacar conclusiones del conocimiento que obtenemos a través de este proceso. Esto debiera traducirse más bien por "razonamiento propio".
Se considera que los hombres poseen más el don innato de "daat", la habilidad de atarse a los hechos, figuras y detalles. Daat debería traducirse por "razonamiento analítico". Esto no significa que todos los hombres o todas las mujeres piensen en base a un solo campo excluyendo el otro. Significa que en general la mayoría de las mujeres tienden a tener más biná que gran parte de los hombres, mientras que la mayoría de los hombres tienden a tener más daat que muchas mujeres. Hay, sin embargo, algunas mujeres que poseen mayor razonamiento analítico que los hombres, y algunos hombres con mejor razonamiento innato que las mujeres.
Estas tres facetas intelectuales son todas importantes. La Torá dice que Di-s creó al mundo con las facultades de jojmá, biná y daat. Unos dos mil años más tarde, El ordenó a los judíos que salieron de Egipto, que Le construyeran un santuario (Mishkán) en el desierto. Este mishkán representaba un mundo en miniatura en el que Di-s podía residir entre los judíos. El pidió a los judíos que crearan este mundo en pequeña escala, haciendo uso de jojmá, biná y daat (Éxodo 31:3).
Si Di-s no pensaba que las facultades de daat y biná eran igualmente importantes e igualmente válidas, habría podido crear al mundo con sólo una de ellas. El hecho de que El creó al mundo con ambas y ordenó a los judíos requerir de ambas en la construcción del Mishkán, refleja el hecho de que el mundo no podría florecer sin la convergencia de estas dos facultades complementarias. El hombre y la mujer deben valorar sus respectivas capacidades intelectuales y hacer uso de ellas en su diario desenvolvimiento.
Hay muchas vías por las que la mujer puede desarrollar y gozar de su biná. Una forma es a través del estudio de la Torá de manera tal que nutra sus fuerzas intelectuales particulares. Las mujeres pueden estudiar Torá analizando y comprendiendo las características emocionales y religiosas de nuestros antepasados, el significado de varios símbolos y objetos, así como las motivaciones que ocasionaron el comportamiento específico de caracteres bíblicos. El análisis del por qué de las narrativas bíblicas de manera general, en vez del estudio detallado, son unas de las maneras por las que las mujeres pueden nutrir su biná.
Biná puede también enriquecerse de la relación con las personas y con actos de bondad. Los procesos de ser esposas y madres, de hospedar invitados, visitar a los enfermos y trabajar para causas de caridad, permiten a la mujer utilizar y desarrollar su biná.
La mujer puede también nutrir su biná por vocación. Cuando la mujer ha buscado empleo fuera de casa, se ha inclinado tradicionalmente a profesiones de ayuda o a la enseñanza. Aún cuando la sociedad secular pueda tener sus razones propias para relegar a la mujer a trabajos de tipo "ayuda", muchas mujeres escogen profesiones que requieren sensibilidad a los matices de las relaciones humanas. Cuando encuentra estos trabajos satisfactorios, es porque con frecuencia estos empleos contribuyen a la realización de su biná y de su destreza de educar.
Aparte de las diferencias físicas e intelectuales entre hombres y mujeres, hay también diferencias emocionales importantes. Puesto que procesamos las emociones en nuestra mente, el hombre y la mujer perciben las experiencias en forma diferente, según si filtra sus emociones a través de la biná o el daat. Por eso la conciencia emocional tiende a diferir en hombres y mujeres. Las mujeres son con frecuencia más conscientes emocionalmente que los hombres, y estos están generalmente más apegados que las mujeres a los detalles de sus experiencias.
Los psicoterapeutas encuentran a menudo que la mujer tiende a ser más emocional que el hombre, y que el hombre tiende a intelectualizar y a obsesionarse por los detalles mucho más que las mujeres. Es bastante interesante notar que los pacientes del sexo masculino se concentran frecuentemente en los detalles de sus experiencias, mientras que las mujeres están más dispuestas a describir como se sienten con lo sucedido. Cuando estas características se manifiestan en extremo, dan como resultados personas de comportamiento histriónico (en extremo apegado a sus emociones) u obsesivo, compulsivo (en extremo apegado a los detalles). las mujeres tienden más a una conducta histriónica que los hombres, mientras que los hombres obsesivos compulsivos exceden en números a éstas.
Teniendo presente estas diferencias podemos examinar ahora, cómo y tal vez por qué, las leyes judías son distintas para cada sexo.
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