Por Rabbi Eliezer Gevirtz
Podemos establecer distintas categorías de leyes judías, según su propósito.
1) Mishpatím. Son las leyes que rigen las relaciones entre los hombres. Incluyen restricciones respecto del asesinato, el robo, la violación y el adulterio.
Toda nación civilizada se ha visto en la necesidad de promulgar leyes de este tipo. Sin ellas, sobrevendrá la anarquía. El hombre no tendría el menor escrúpulo en robar, e incluso asesinar. La vida se convertirá en un infierno horroroso. Tal situación ya la vivimos en nuestra propia época. En sociedades en las que se ha violado la ley, impera el reinó de la inestabilidad y el terror. Lo cierto es que el hombre tiene un enorme. potencial para hacer el mal, que se ve empeorado por su necesidad de satisfacer sus propios deseos. Si este potencial. Si no se controla, el hombre puede fácilmente privar a los demás de sus derechos. Por consiguiente, se requieren leyes a fin de recordar al hombre que todos han de beneficiarse si los derechos de todos son protegidos. Cabe recordar que los Mishpatim no son el resultado de la legislación humana, sino Divina. No fueron creadas para proteger a los gobiernos políticos sino para beneficiar la creación de Di-s. Cabe, pues, destacar que los Mishpatim no son sólo de carácter restrictivo. Muchos de ellos son también instrucciones positivas que alientan al hombre a vivir en paz con sus semejantes.
Estas leyes positivas (Mitzvot Ase) incluyen: honrar a los padres, visitar a los enfermos y los menesterosos, ser caritativos con los pobres y ayudar a quienes nos necesitan. El tema básico de la Torá es "V-ahvtá L-reiajá Kamoja: Ama a tus semejantes como a tí mismo". Esto, claro está, lleva a la sociedad pacífica que Di-s previó cuando creó al hombre.
2) Edut. Estas leyes incrementan la toma de conciencia acerca de Di-s y de Sus obras por el hombre. Dan fe del dominio de Di-s sobre el mundo. Tienen por propósito elevar al hombre a un nivel espiritual más alto y estimularlo a llevar una vida más pura y santa. Entre los ejemplos de Edut podemos citar la observancia del Shabat y las festividades judías, y el empleo de artículos simbólicos tales como Tefilín, Tzitzit y mezuzá, recordatorios éstos de la presencia de Di-s.
Al ayudar al hombre a sentirse más cerca de Di-s, estas leyes evocan su potencial de rectitud. Aquél que comparta la espiritualidad del Shabat no se verá atrapado en el frenético atolladero de la competencia. Comprenderá que la vida entraña más que comer, dormir y preocuparse por el dinero. El Shabat y el Iom Tov permiten al hombre disfrutar de más tiempo junto a su familia. Le ayudan a sentirse más cerca de los demás judíos que celebran idénticas conmemoraciones de la supervivencia judía. Los Edut elevan el alma del hombre y le recuerdan que es parte de la nación judía: un miembro de un pueblo que lo alienta.
3) Jukim. Estas leyes, como por ejemplo: Sha-atnez (no usar prendas que contengan una mezcla de lana y lino) y no comer productos lácteos y cárneos juntos, son, tal vez, las más difíciles de aceptar de todas las leyes judías. Ello se debe a que la Torá no da razones concretas que las justifiquen. Los Sabios han procurado explicarlas de varios modos distintos. (Por ejemplo, la prohibición de mezclar lana y lino o leche y carne podría simbolizar la necesidad de separar artículos o actos intrínsecamente distintos). También podría afirmarse que estas leyes ponen a prueba la disciplina interna del hombre y la intensidad de su fe en Di-s. Pero independientemente de la razón, Di-s en Su infinita sabiduría consideró apropiado promulgar estas leyes. El hombre podría no hallarse a un nivel espiritual o intelectual suficientemente elevado como para comprenderlas plenamente, motivo por el cual tal vez Di-s no reveló sus razones. (Esto sería un caso análogo al del médico que no explica realmente las causas de una dieta a un paciente que no las comprenderá. Di-s también pone al hombre a dieta -una dieta espiritual- y el hombre no puede comprender cabalmente las necesidades espirituales de su cuerpo.) Dado que estos son los mandamientos de Di-s, del hombre dependerá aceptar Su juicio y obedecerlo. Esto es, de por sí, una lección, no en el sentido de que siempre debemos obedecer toda ley legislada por cualquier autoridad, sino que a veces debemos dominar nuestros impulsos aún cuando no se nos diga por qué. Cuando un padre pide a su hijo que haga algo que el hijo tal vez no comprenda o no quiera hacer al principio, aunque ello sea en el mejor interés del hijo (como por ejemplo, renunciar a ver la televisión para estudiar), el hijo debe obedecer. Si bien el padre es humano y puede equivocarse, Di-s está más allá de toda posibilidad de error. Sus leyes son perfectas porque El es perfecto. ¿Por qué habría el hombre de arriesgarse a desobedecer los Jukim y fallar en la prueba divina de la fuerza de voluntad, cuando ello podría traerle aparejados sufrimientos? En cambio, el hombre debe obedecer las leyes divinas aunque no siempre comprenda su propósito. Tal es el concepto de Emunáh: fe total en la sabiduría Divina, en cualquier condición.
Las leyes del judaísmo, pues, tienen distintos propósitos:
Aseguran el reconocimiento de Di-s por el hombre, y su voluntad de depositar en El fe absoluta.
b) Permiten al hombre vivir una vida pura y decente y dominar sus instintos más bajos.
c) Ejercen influencia sobre el hombre para que trate a sus semejantes con justicia y bondad.
d) Le recuerdan que es un miembro de la nación judía y que tiene que dar el ejemplo ante los demás.
e) Proporcionan nutrimento espiritual a su alma, así como los alimentos proporcionan nutrientes físicos al cuerpo.
Un judío realmente observante debe hacer gala de muchas cualidades personales distintivas. Debe mostrar interés especial en el bienestar de los demás, y esforzarse por ayudar a los menesterosos. Debe evitar todo acto que podría causar daño físico, material o psicológico a sus semejantes, y, en consecuencia, debe ser muy cuidadoso tanto en sus actos como en sus observaciones. Siempre debe estar consciente de la presencia de Di-s y recordar que mentir y engañar sólo pueden perjudicar. Aunque nadie le sorprenda actuando de este modo, Di-s sí lo hará. Debe llevar una vida decente y familiar, y sentar un ejemplo de moralidad que sus hijos y sus vecinos puedan imitar. Su estilo de vida debe impresionar a los demás de modo tal que incluso los no judíos admiren el modo de vida judío. Aquél que cumpla con estas normas, será, sin duda, un buen judío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es importante para nosotros!