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¿Realmente Dios reclama el derramamiento de sangre para hacer las paces con Él? Pues bien, eso NO es lo que dice la Torá.
El profeta Shemuel/Samuel enseñó:
"¿Se complace tanto el Eterno en los holocaustos y en los sacrificios como en que la palabra del Eterno sea obedecida? Ciertamente, obedecer es mejor que los sacrificios, y prestar atención es mejor que el sebo de los carneros. Porque la rebeldía es como el pecado de adivinación, y la obstinación es como la iniquidad de la idolatría. Por cuanto tú has desechado la palabra del Eterno, Él también te ha desechado a ti..." (1 Shemuel/I Samuel 15:22-23)
Habló el Eterno por boca de Su profeta Ieshaiá/Isaías:
"El que mata un toro es como el que mata a un hombre; el que sacrifica una oveja es como el que desnuca un perro; el que presenta ofrenda vegetal es como el que presenta sangre de cerdo; el que hace una ofrenda memorial de incienso es como si bendijese a un ídolo. Así como ellos escogieron sus propios caminos y sus almas se complacieron en sus abominaciones, Yo también escogeré tratarlos con penurias y traeré sobre ellos lo que temen. Por cuanto llamé, y nadie respondió; hablé, y no escucharon. Más bien, hicieron lo malo ante Mis ojos y escogieron lo que no Me agrada." (Ieshaiá/Isaías 66:3-4)
No, aquellos que creen en esto, no es la sangre o el sacrificio lo principal para ser aceptos a los ojos del Eterno. Es la acción acorde con Sus mandamientos, expresados en Su santa Torá, herencia eterna y exclusiva de Israel.
Así pues, si la persona, ya sea gentil o judía, desea actuar correctamente, entonces debe cumplir con los mandamientos. Si es gentil (de origen cristiano, musulmán, budista, ateo, de cualquier nación), debe respetar los siete mandamientos que Dios destinó para que acataran las naciones de la tierra. Si es judío, debe cumplir lo mejor que pueda con los 613 mandamientos.
Señor apreciado, el derramamiento de sangre y el sacrificio animal son aspectos totalmente secundarios. En su momento, estos actos tenían un profundo significado simbólico y motivaban el verdadero arrepentimiento de aquellos que buscaban una verdadera reconciliación con el Eterno. Sin embargo, para aquellos que seguían derramando sangre sin abandonar sus infidelidades, el sacrificio de un animal en el altar carecía de un propósito trascendente. Esto es precisamente lo que denuncian los profetas y lo que subraya la Torá: lo que Dios realmente demanda no es el sacrificio y la iniquidad, sino el cumplimiento de Sus mandamientos y, posiblemente, luego, el sacrificio, ya sea animal, vegetal o de oraciones.
Señor apreciado, imagínese que un marido infiel, desde el lecho de su amante, envía rosas a su esposa. ¿Está con ese gesto, aunque pueda parecer romántico, haciendo lo correcto? ¿No sería preferible que abandonara su infidelidad, confesara su pecado y rogara por el perdón mientras encaminaba su vida por un sendero mejor? Luego, quizás, podría ser oportuno el regalo de flores.
Eso es lo que Dios desea: el sacrificio personal, la lucha contra el pecado, el abandono de nuestras infidelidades, la búsqueda activa de la justicia y la adhesión al camino que Él nos ha ordenado. No es la sangre, los sacrificios u otras ofrendas estériles e innecesarias lo que Dios requiere.
Recuerden, ¿de qué sirve el sacrificio si no se basa en el arrepentimiento? ¿Qué valor tiene la apariencia de fe si no se intenta cumplir estrictamente la Voluntad divina? ¿De qué sirve la religión si obstruye el camino hacia la comunión con el Uno y Único? ¿Para qué recitar salmos y oraciones si no se actúa para promover lo que realmente agrada a Dios?
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