7/08/2023

Historias Ex-Mesiánicos famosos: Lieba M. Schwarz y más de lo que sus ojos pueden ver.

BS"D


A los 17 años se decepcionó del judaísmo. Se involucró profundamente con el cristianismo por 40 años. Luego de perder su visión, a los 50 años, una serie de eventos determinan su retorno al judaísmo. Esta es la historia de Lieba M. Schwarz, tomada de una charla realizada en el marco de la convención de Shlujot en New York.

 

Me gustaría decir que "me estoy curando de la vista", porque a pesar de que no veo el mundo físico a mi alrededor, veo ahora mejor que nunca y me gustaría compartir con ustedes el por qué.

 

Diría que todo empezó cuando tenía tres años y según lo que me contaron, le preguntaba a todo el que venía a visitar a mis padres: "¿Has visto a Di-s últimamente?, ¿Lo conoces?; ¿Dónde lo puedo encontrar?"

 

Todos en mi familia siempre respondían: "no creemos en Di-s, Di-s no existe". Nadie en mi familia creía en Di-s, pero yo sí. Siempre decían, "nosotros somos judíos. No creemos en Di-s". Yo pensé que los judíos no creían en Di-s y por eso decidí buscar en otra parte. Corrían los años 50, apenas 10 años después de la guerra y yo era la única judía en la escuela secundaria. No tenía a dónde dirigirme y entonces lo hice hacia el cristianismo. Estudié varias versiones y decidí pertenecer a una iglesia en particular. Después de 10 años enseñaba en la escuela dominical; al pasar 20 años, daba conferencias; y luego de 30 años fui transferida a la sede central en Boston. A los 40 años hablaba desde el púlpito y me sentía muy feliz, muy contenta.

 

Es interesante, uno puede dejar el judaísmo, pero el judaísmo nunca lo deja a uno. Por ejemplo, cuando se aproximaba el 25 de Diciembre, sentía algo que me decía que no lo debía celebrar; por 40 años nunca lo celebré. ¿Qué era esa voz? Pronto lo descubriría. Un día recibí una llamada de Faygie, una lubavitcher, prima de mi mamá a la que no conocía. Su vista también estaba en "exilio" y le había pasado recientemente. Me preguntaba cómo hacía para servirme un vaso de agua; como escogía mi ropa; cómo sabía llegar a la cocina, cocinar y tantas otras cosas.

 

Era un viernes en la tarde cuando me llamó y cuando ya iba a colgar me dijo "Guthe Shabes". Yo pensé, ¿Qué será Shabes, y que hay de bueno en eso? No tenía ninguna idea, nunca antes había oído la palabra. Mientras más hablábamos más quería conocerla; pero yo no sabía nada sobre su religión. Llamé a la sección de libros grabados y les pregunté si tenían algo que dijera "Judío o Jasídico". Encontraron un libro llamado "Holy Days", sobre una familia Jasídica en Brooklyn.

 

Oyendo ese libro descubrí un Judaísmo que nunca conocí; tenía tantas preguntas... Cuando finalmente me reuní con Faygie, estuve con ella siete horas, haciéndoles preguntas. Me fui a casa y pensé, "una bella persona, pero una religión rara, arcaica, loca". Claro, había ido un sábado por la tarde; ¿Pero, qué sabía yo? Llegó el próximo sábado, estaba pasando la aspiradora y de pronto la apagué y pensé "no debería estar haciendo esto. Es Shabat... pero espera un momento, mañana voy a la iglesia". Traté de seguir aspirando, pero no pude. Otra vez empezó aquella voz...

 

Cuando puse la aspiradora en su lugar, sonó el timbre. Era un paquete que me enviaba mi prima Faygie. Mi tía le había grabado un libro y como yo tenía tantas preguntas, le pareció que yo podía querer una copia. El libro se llamaba "Hacia una vida plena de sentido" del Rabino Simon Jacobson. "¡Qué título tan interesante!", pensé "¿qué es una vida con sentido y cómo se puede alcanzar?".

 

Empecé a escuchar la grabación y estaba a punto de descubrir qué era esa voz que tenía presente por 40 años. El primer capítulo era sobre el alma judía -¡eso era!- mi alma no me dejaría hacer nada que me separara de ella, me estaba protegiendo todos estos años. Ésta era la voz -en ese momento cambió, en vez de decirme qué no debía hacer, me diría que debo hacer, porque el Judaísmo es afirmativo no negativo.

 

¿Qué haces cuando has estado por cuarenta años lejos de tu casa? Yo pasé cuarenta años en un desierto de cristianismo, pero al final de todo desierto hay una "Tierra Prometida" y yo estaba a punto de encontrar la mía en la filosofía Jasídica. A medida que oía la sabiduría del Rebe de Lubavitch, escogía pequeñas frases y vivía con ellas, por una semana a la vez. Una pequeña frase a la semana tal como: "ten paz en los retos", ¿puedes encontrar paz en los retos? ¡Ay! si ellos son frustrantes, nos molestan. Pero por una semana trataría de encontrar la paz en el reto. Cada vez que me sentía impaciente, lo aplicaba.

 

Otro que me gustaba era "encuentra la Divinidad en cada actividad" Pensé ¿Qué es Divinidad? y ¿Cómo puedo encontrarla en algo como hacer la cama? ¿Encontraría la Divinidad antes, durante o después de la actividad? Y si la encontrara en la actividad, ¿no eliminaría eso mismo cualquier negatividad? Realmente, se puede decir que estaba metida en el libro.

 

En dos semanas deje de dar conferencias; en la tercera ya no enseñaba en la escuela dominical. Pero yo quería saber más y todo lo que tenía era ese libro. Luego de una serie de dificultades, logré contactarme con el Beit Jabad de Boston y a través de ellos ordené los cassettes del Rabino Manis Friedman. Me los mandaron todos, y también las velas para Shabat, que yo no había pedido. El próximo Shabat me gustaría que intentara encender las velas con los ojos cerrados. Aún me  sorprende que el edificio no se haya incendiado en su totalidad.

 

Ahora tenía el libro y las grabaciones y cada vez se me hacía más difícil ir a la iglesia. Me empecé a dar cuenta que tendría que abandonarla y estaba aterrorizada, ¿Qué sería de mí?; si dejara la iglesia perdería a todos mis amigos y más de la mitad de mi sueldo. Pero no se puede basar una decisión espiritual en un miedo material y sabía que lo haría. Oír los cassettes me ayudaba a calmarme.

 

Antes de dejar la iglesia, le entregué a cada uno de los 30 judíos que iban allí un libro de "Hacia una vida plena de sentido". Después de dárselo a cada uno, me fui y nunca más volví.

 

En los meses siguientes, el miedo fue sustituido por el propósito y la misión. A medida que continuaba leyendo los dos libros, mi mundo cambió y fui aprendiendo a encaminarme “hacia una vida con sentido”. Me encontré que no vestía del modo que lo hacía antes; ni decía las mismas cosas, ni rezaba del mismo modo. Cambiaron mis pensamientos, mis estudios, la forma de cocinar, de comer. Tuve que internalizar todo lo que aprendía. Después de 40 años en la iglesia, primero había que cambiar los viejos hábitos de pensamiento. Eso vendría con el estudio y la observancia de las mitzvot. A mi me pasó con bastante rapidez porque me di cuenta que somos responsables por lo que sabemos. Por eso fui asumiendo, aun con todas las dificultades que implica la falta de visión, primero el observar kashrut y luego el Shabat.

 

El Shabat me costó mucho trabajo, porque no podía hacer nada en todo el día; no podía escuchar las grabaciones, ni leer, ni hablar por teléfono. No podía ir a la Sinagoga por lo lejos que quedaba. ¿Cómo sabía cuando terminaba Shabat? Tenía un timer en una grabadora en la que tenía una cinta del Rebe cantando en varios farbrenguens. Cada semana un amigo me ponía la hora. Como 10 minutos después que el Shabat terminaba, la máquina se prendía, y yo decía rápidamente Hamavdil. Cuando el Rebe empezaba a cantar, yo sabía que había terminado y cantábamos juntos por un rato.

 

Un Motzei Shabat, después que terminó la cinta del Farbrenguen (encuentro Jasídico), me quedé sentada tranquilamente. No salté como otras veces, lista para emprender mis tareas cotidianas. Me quedé sentada, llena de gratitud hacia el Rebe y hacia Di-s, por mi vida como judía, por mi alma, por haber podido romper los hábitos adquiridos por 40 años y reemplazarlos por el modojudío de vivir y pensar. Fue como si mi alma me dijera: "Quédate quieta por un momento. Tienes toda la semana para hacer las cosas mundanas. Escúchame". La presencia y el poder del Rebe llenaron completamente la habitación y mi vida. Nunca más fui la misma a partir de ese momento. Creo que el Rebe llega a cada uno de nosotros en el modo en que somos capaces de comprender y reconocer. En mi "estado de bebé" de sólo tres meses, esa fue la forma en que entendí y acepté.

 

"Holy Days" de Tzvi Meir Cohn sembró la semilla. "Hacia una vida plena de sentido" la regó y el Rebe continua ayudando a que la semilla crezca y se desarrolle.

 

En los últimos años he descubierto que el judaísmo es mucho más que aquello que los ojos pueden llegar a ver. Es un viaje de la oscuridad a la luz - a la luz de la Torá.

 

Traducido por Hershel Firbank Shlit”a de la revista "Jabad Magazine", correspondiente a los meses de adar II - iyar 5763.


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