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¿El coronavirus es realmente peligroso?
Por el Rav Shlomoh Aviner Shlit"a.
¿Acaso las medidas preventivas del Ministerio de Salud en cuanto al coronavirus son exageradas, o por el contrario, no son suficientes?
Por supuesto, los Rabanim (Rabinos) no son médicos. La Torá nos ordenó escuchar a los médicos, y si hay diferencia de opinión entre ellos, determinar según la mayoría. El Ramba”n en su libro “Torat HaAdam” (Shaar HaSakana) escribe que si un médico produjo algún daño a un paciente con un tratamiento está exento de indemnizarlo, a condición de que hizo lo que corresponde según la corriente central de la medicina.
Por ello, en nuestro caso, hay que hacer como dicen las medidas del Ministerio de Salud, no ser menos estrictos, pero tampoco ser más estrictos porque eso dañará el comercio y toda la vida.
En ese tema, como en otros, hay que cuidarse de la falacia lógica de la negación del medio, es decir, pintar las cosas de blanco o negro: O todo está mal, o todo está bien. O el coronavirus es una epidemia internacional, que llevará la humanidad a su fin, apocalipsis, o es una nada, y se puede continuar como si nada pasase. La verdad se encuentra en el medio.
En efecto, el coronavirus es muy similar a la gripe: Fiebre, toz, resfrío, dificultades de respiración (pero no dolor de garganta), y puede complicarse hasta pulmonía, otras enfermedades e incluso producir la muerte. Y también la forma en que se contagia es similar a la gripe: Toz, estornudo, secreciones, contacto, contacto directo con un enfermo o contacto con objetos que el enfermo tocó.
De momento que es una enfermedad nueva, produjo pánico. Cien mil enfermos, de los cuales ochenta mil en China y el resto en 81 países. Tres mil cuatrocientos murieron, entre ellos tres mil chinos, y el resto en otros países. En efecto, una enfermedad muy contagiosa.
Pero no debemos olvidar que hay enfermedades mucho más graves, y mucho más contagiosas. En cuanto al coronavirus, en la práctica muy pocos se contagiaron, y entre ellos muy pocos murieron, y entre ellos la mayoría eran personas con cuadro médico complejo, por ejemplo, ancianos o con problemas respiratorios.
Y no debemos olvidar que en nuestro país muchos se enfermaron de gripe e incluso decenas murieron de ella. En EE. UU. cada año se enferman de gripe común decenas de millones, son internados cientos de miles, y mueren decenas de miles. Hubo también gripes que no eran comunes y se esparcieron en el mundo y recibieron distintos nombres: La Fiebre de los Cerdos, que mató entre 100 a 400 mil personas. La Fiebre de Hong Kong, que mató entre 750 mil a un millón. La Fiebre Rusa, que mató un millón. La Fiebre Asiática, que mató entre un millón a un millón y medio. La Fiebre Española, que mató ¡40 millones! Por favor, ver las cosas con proporción y no sembrar el pánico.
Por otro lado, debemos acatar las medidas del Ministerio de Salud para reducir todo lo posible la difusión de la enfermedad:
1. Cuidar del aislamiento puntillosamente, sin llegar al Beit Kneset (Sinagoga).
2. Toser y estornudar en un pañuelo descartable, y si no hay, tapar la boca y la nariz con el brazo.
3. No dar la mano, y si te dieron lavarla con agua y jabón.
4. No besar mezuzot, Sefer Torá, Sidur o Jumash que se encuentran en un lugar público. Y si lo besaron, lavar los labios.
5. Pero el que vive con una persona en aislamiento puede salir de la casa en forma libre.
6. En general, cuidar la higiene. Todo el año hay que cuidar la higiene, y sobre todo ahora.
Esa es la regla, cuidarse pero no demasiado. En el libro “Mesilat Iesharim” (al final del cap. 9) explica que hay un temor adecuado, y hay un temor necio. El temor adecuado es que D’s creó a la persona con raciocinio para que se cuide de lo que puede dañarla. Pero el temor necio es el que agrega cuidado al cuidado. La diferencia entre ellos es la probabilidad del daño: Si acaso el daño es probable, o “puede ser que sea probable que pase”. ¡Una expresión maravillosa!
En estos momentos aún no hemos encontrado un remedio para el coronavirus, tenemos esperanza que sea encontrado, pero por ahora es una enfermedad de la que se cura espontáneamente, en la bondad de D’s.