Biblioteca Medicea Laurenziana, Manuscrito Plutei_02.17 folio 157r |
[37] Entonces Yesh”ú dijo a sus discípulos:
Así como en los días de Noaj (Noé), así será en los días del Hijo del Hombre.
[38] Porque antes del mavul (diluvio), comían y bebían, se reproducían abundantemente, hasta el día en que Noaj entró en el arca.
[39] Y no comprendieron hasta que vino el mavul sobre ellos y los destruyó; así será la venida del Hijo del Hombre.
[40] Entonces, si dos están arando en un mismo campo, uno justo (tzadik) y el otro malvado (rasha), uno será tomado y el otro será dejado.
[41] Dos mujeres estarán moliendo en un molino: una será tomada y la otra dejada. Y esto será cuando los ángeles al final del mundo eliminen los obstáculos del mundo y separen a los buenos de los malos.
Comentario.
En esta sección del Evangelio Hebreo de Mateo, Yeshú presenta una interpretación profundamente problemática de la conducta humana y la salvación, revelando una comprensión distorsionada de la ética y la espiritualidad judía. Al describir los días del Hijo del Hombre, Yeshú sugiere una visión reduccionista de la generación anterior al diluvio, afirmando que únicamente se dedicaban a comer, beber y reproducirse (v. 38), lo cual representa una interpretación deliberadamente simplista y herética de los verdaderos motivos por los que sobrevino el Mavul (diluvio) según la tradición rabínica.
La argumentación de Yeshú revela su desviación fundamental de la auténtica tradición ética judía. Mientras proclama un modelo de tzadik (justo) caracterizado por la abstención radical de comer, beber y reproducirse, ignora deliberadamente los graves pecados que realmente provocaron la ira divina: la idolatría, la corrupción sistemática, el robo, el asesinato y las transgresiones de los límites morales establecidos por las leyes de consanguinidad, estado civil e infidelidad. Esta omisión no es accidental, sino sintomática de su desviación doctrinal.
La declaración de Yeshú, representada en el texto hebreo:
אז אם יהיו שנים חורשים בשדה אחד האחד צדיק והאחד רשע האחד ילכד והאחר יעזב.
“Entonces, si dos están arando en un mismo campo, uno justo (tzadik) y el otro malvado (rasha), uno será tomado y el otro será dejado.”
Revela una concepción profundamente problemática de la justicia divina. Su propuesta sugiere una salvación basada no en la rectitud ética comprehensiva, sino en una abstinencia física casi gnóstica, que contradice radicalmente la tradición rabínica sobre la justicia y la redención.
Mientras que la estructura comparativa de Yeshú entre su esperada venida y los días de Noaj (Noé), específicamente en el versículo [38] אוכלים ושותים ופרים ורבים (comiendo, bebiendo y procreando). El término hebreo פרים ורבים (prim u-revim), literalmente “fructificando y multiplicándose”, evoca directamente el mandamiento primordial de Berreshit / Génesis 1:28 "פרו ורבו" (peru u-revu), pero Yeshú lo distorsiona completamente. Mientras la tradición judía comprende este mandamiento como una bendición divina para la continuidad de la creación y el establecimiento de una sociedad ética, Yeshú lo presenta como un mero acto de indulgencia carnal, desvirtuando su significado teológico profundo. Para el judaísmo la procreación no es un acto de mera satisfacción biológica, sino un acto sagrado de co-creación con el Eterno, un proceso que implica responsabilidad ética, educación espiritual y transmisión de valores. Al reducir este concepto a una actividad mundana y superficial, Yeshú no solo malinterpreta el texto original de la Torah, sino que demuestra una comprensión fundamentalmente errónea del propósito divino en la creación humana, transformando lo que es un mandamiento de santificación y responsabilidad en una mera descripción de comportamiento trivial y condenable.
Además que el pasaje muestra cómo Yeshú construye una doctrina de salvación que prioriza la negación física sobre la rectitud moral substantiva. Al sugerir que sus jinukim (seguidores) serán recogidos por él únicamente por abstenerse de comer, beber y reproducirse (אוכלים ושותים ופרים ורבים) serán recogidos por él (101. v 30), establece un modelo soteriológico que reduce la espiritualidad a un ascetismo literal, alejándose completamente de la comprensión judía de la justicia, la piedad y la relación con el Creador.
Esta interpretación encuentra eco en el desarrollo posterior del cristianismo, que efectivamente adoptó estos principios de abstinencia mediante los pecados capitales de gastrimargia (gula y ebriedad) y porneia/fornicatio (lujuria), cristalizados en prácticas como el celibato monástico. Sin embargo, desde una perspectiva judía tradicional, estas prácticas representan una perversión radical de la verdadera espiritualidad, que debe manifestarse mediante la santificación de la vida, no mediante su negación.
La interpretación de Yeshú sobre la generación del Diluvio revela una comprensión superficial y descontextualizada de los eventos narrados en Berreshit (Génesis), que desatiende la profunda complejidad ética y espiritual de aquella época. Contrario a su simplista afirmación de que la generación únicamente “comía, bebía y se reproducía mucho”, el texto bíblico y los comentarios rabínicos (Midrashim) revelan una sociedad sumida en una depravación moral sistemática que trascendía la mera satisfacción de necesidades biológicas. Por otra parte, en el texto griego del Evangelio de Mateo del Codex Sinaiticus en el folio 214 aparece la construcción lingüística del término παρουϲια (parousia), que trasciende su traducción literal de “venida” o “presencia”. Este concepto representa una ruptura radical con la comprensión judía del tiempo sagrado, siendo más cercano a los cultos mistéricos del Mediterráneo antiguo, donde la manifestación divina de seres semi-divinos del mundo grecorromano interrumpe la temporalidad lineal. Por ejemplo, en el Apocalipsis de Pedro 78, esta dimensión se evidencia claramente:
ⲡⲁϣⲁϫⲉ, ⲛⲉⲙ ⲧⲁⲁⲣⲭⲏ ⲛ̅ϩⲟⲇⲟⲥ ⲉϥϫⲱⲕ ⲛ̅ϩⲟⲃⲟⲥ, ⲉⲧⲉ ⲛ̅ϩⲏⲧϥ̅ ⲛ̅ϫⲱⲱⲙⲉ ⲛ̅ⲯⲩⲭⲏ ⲛ̅ⲁⲧⲁⲙⲁϩⲧⲉ ⲉϥϣⲱⲡⲉ ϩⲛ̅ⲧⲁⲫⲑⲟⲣⲁ ⲉⲣⲉϥⲕⲁⲧⲁⲙⲉⲛϩⲱⲧ ϣⲁ ⲡⲁⲡⲁⲣⲟⲩⲥⲓⲁ.
ϫⲉ ⲛⲁϥⲓ ⲉⲃⲟⲗ ϩⲛ̅ⲟⲩⲛ̅ⲥⲱⲟⲩ... ⲁⲩⲱ ⲡⲁϣϭⲡⲣ̅ⲡⲱⲃⲉ ⲉⲛⲉⲧⲁⲩϫⲱ ϩⲛ̅ⲟⲩⲉⲣⲏⲩ ⲙⲛ̅ⲛⲉⲩⲙⲏϣ, ⲉⲧⲁⲓⲛⲁⲩ ⲉⲃⲟⲗ ϩⲙ̅ⲡⲉⲧⲁϩⲟ ⲛ̅ⲧⲁⲣⲭⲏ, ⲉⲧⲃⲉ ⲡⲉⲩⲉⲗⲉⲩⲑⲉⲣⲟⲛ.
“mi palabra, y establecen (la existencia de) un Hado severo, bajo el cual la raza de las almas inmortales estará en vano hasta mi parusía. Pues saldrán de ellos... Y mi perdón de sus pecados en los que caen por culpa de sus adversarios, a los cuales yo rescaté de la esclavitud en la que se encontraban, para darles libertad.”
En este pasaje, παρουϲια se configura como una irrupción salvífica que libera a las almas de su condición existencial física, más allá de una simple llegada cronológica. Mientras que el uso de ωϲπερ δε (hosper de’) como partícula comparativa introduce una analogía que, desde una lectura rabínica rigurosa, resulta problemática por cuanto establece una equiparación entre la generación de Noaj (Noé) y un evento mesiánico futuro, lo cual contradice fundamentalmente las expectativas proféticas del judaísmo tradicional. La frase δυο εν τω αγρω (dyo en to agro) “dos en el campo”, seguida por la dicotomía παραλαμβανετε και αφιετε (paralambanete kai afiete) “uno tomado y otro dejado”, genera una taxonomía soteriológica que resulta completamente ajena a la comprensión judía de la redención colectiva, donde la salvación no opera mediante una selección individual arbitraria, sino a través de un proceso de transformación comunitaria y observancia ética comprehensiva. Esta construcción textual revela no solamente una desviación hermenéutica, sino una ruptura epistemológica fundamental con los principios de justicia divina (midat hadin) desarrollados en la tradición farisaica y rabínica, donde la salvación no puede reducirse a una mecánica binaria de inclusión y exclusión, sino que representa un proceso dialéctico de rectificación y elevación espiritual que involucra la totalidad del pueblo, e incluso del mundo por medio del Tikun Olam’.
E incluso en el versículo de la Torah: וַיַּרְא אֱלֹהִים אֶת-הָאָרֶץ וְהִנֵּה נִשְׁחָתָה כִּי-הִשְׁחִית כָּל-בָּשָׂר אֶת-דַּרְכּוֹ עַל-הָאָרֶץ (Berreshit 6:12: ‘Y vio Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra.’) contiene una profunda declaración teológica que Yeshú pareciera haber ignorado: la corrupción no era meramente física, sino que representaba una degradación espiritual total de la creación. Los Jajamim (sabios) interpretan este pasuk (versículo) no como una simple descripción de comportamientos, sino como un diagnóstico de una quiebra fundamental del orden divino, donde no se respetaron en absoluto las prohibiciones de uniones consanguíneas, estado civil, infidelidad múltiple, robo y otras transgresiones fundamentales.
El Midrash Tanjuma detalla con precisión la magnitud de la transgresión: la idolatría (avodah zarah) había alcanzado niveles tan extremos que desafiaban abiertamente la soberanía divina, con individuos proclamando descaradamente “apártate de nosotros, porque no deseamos conocer Tus caminos”. Esta rebeldía no era un acto marginal, sino una postura institucionalizada que permeaba toda la sociedad, donde la hechicería y la adoración de ídolos reemplazaban la conexión con el Creador.
Las perversidades de aquella generación se manifestaban en prácticas específicas que violentaban sistemáticamente los principios fundamentales de la creación. Como documenta el Midrash, estas prácticas incluían:
Los hombres tomaban dos esposas, una con el propósito de engendrar hijos, la otra para el placer, contraviniendo los principios de matrimonio establecidos.
Arreglaban "contratos matrimoniales" entre hombres y bestias, legalizando relaciones prohibidas que representaban la más absoluta perversión.
Los jueces eran completamente corruptos, abandonando cualquier principio de justicia.
La sociedad había comenzado a robar sistemáticamente, generando un ambiente de total descomposición social.
Además, habían transgredido aspectos fundamentales de la creación, incluyendo uniones con animales y entre diferentes especies, desafiando el orden natural establecido por Di-s. Su depravación era tan profunda que incluía el rechazo deliberado del mandamiento original de “Procread y multiplicaos”, reduciendo al mínimo el número de hijos que engendraban con el único objetivo de gratificar sus instintos más bajos.
El derramamiento de sangre era tan común que eran considerados asesinos, con una depravación comparable a la de la perversa ciudad de Sdom (Sodoma), según consta en el Talmud Yerushalmi Bava Matzia' 4,2.
La interpretación de Yeshú, por lo tanto, no solo resulta ingenua, sino profundamente peligrosa: al reducir la complejidad de la generación del Diluvio a una mera descripción de actividades cotidianas, elimina la dimensión ética y la responsabilidad moral que son centrales en la tradición judía.
Por tanto, esta sección del texto del Evangelio Hebreo de Mateo de Shem Tov confirma esta interpretación reduccionista, donde Yeshú compara su esperada venida con los días de Noaj, enfatizando únicamente aspectos superficiales: comer, beber y reproducirse, sin profundizar en la real dimensión moral de aquella generación.
Esta argumentación, sustentada en fuentes rabínicas tradicionales (Midrash Tanjuma, Midrash Berreshit Raba, Midrash HaGadol, Talmud Yerushalmi y Bavli Sanhedrin), evidencia la lectura errónea de Yeshú y reafirma la interpretación judía sobre la verdadera naturaleza de la generación del Diluvio, caracterizada por una corrupción moral sistémica que iba mucho más allá de la simple satisfacción de necesidades básicas.
La enseñanza de Yeshú revela una comprensión profundamente distorsionada y reduccionista de las obligaciones morales fundamentales establecidas para la humanidad, específicamente las Leyes de Noaj o Sheva’ Mitzvot Benei Noaj (שבע מצוות בני נח). Al limitar la conducta ética a la mera evitación de la gastrimargia (gula) y la porneia (fornicación), Yeshú no solo simplifica de manera peligrosa el sistema ético divino, sino que desvirtúa completamente el propósito fundamental de la legislación moral universal.
El texto del Talmud Bavli Sanhedrin 56a-b establece con meridiana claridad que las Siete Leyes de Noaj constituyen un sistema ético complejo y multidimensional que abarca aspectos fundamentales de la existencia humana. Estas leyes no son meras sugerencias, sino mandatos divinos que estructuran la civilización y permiten la coexistencia armónica de la humanidad.
Las leyes que Yeshú negligentemente omite son precisamente aquellas que configuran la base de una sociedad justa y ética:
Daianim (דיינים, designación de jueces): Representa el principio de establecer sistemas de justicia que garanticen el orden social y la resolución ecuánime de conflictos. La tradición rabínica, representada por Rabi Aja bar Ya’akov, profundiza esta ley enfatizando la necesidad de establecer tribunales en cada región y ciudad, asegurando así una administración de justicia comprehensiva y accesible.
Birkat HaShem (ברכת השם, prohibición de blasfemar): Implica un profundo respeto por lo divino y reconocimiento de una autoridad moral superior que trasciende los impulsos individuales. Rabi Yehuda ben Beteira amplía esta prohibición, argumentando que incluye no solo la blasfemia directa, sino cualquier forma de menosprecio o disminución del Nombre Divino.
Avoda Zara (עבודה זרה, prohibición de idolatría): No es simplemente evitar estatuas, sino rechazar cualquier construcción ideológica o material que suplante la conexión fundamental con el Creador. La discusión talmúdica profundiza esta prohibición, debatiendo si la mera fabricación de ídolos, incluso sin intención de adoración, constituye ya una transgresión.
Kishuf (כישוף, prohibición de brujería): Según Rabi Shimon, esta prohibición representa un rechazo a prácticas que buscan manipular los órdenes naturales y divinos, destacando la importancia de la integridad espiritual.
Sh'fijut damim (שפיכות דמים, prohibición de derramamiento de sangre): Va más allá de no asesinar, e involucra el respeto integral por la vida humana en todas sus dimensiones.
Gilui araiot (גילוי עריות, prohibición de adulterio): Representa el respeto por la institución familiar y los vínculos sagrados del matrimonio, extendiendo su alcance a prohibiciones de incesto y relaciones prohibidas que fragmentan la estructura social.
Sirus (סירוס, prohibición de castración): Introducida por Rabi Jideka como una extensión de las leyes de preservación de la vida y la integridad física, amplía la comprensión de las Leyes de Noaj más allá de sus interpretaciones tradicionales.
Kilayim (כלאיים, prohibiciones sobre hibridación): Introducida por Rabi Elazar, esta ley matiza la comprensión de los límites naturales. Permite ciertas formas de mezcla mientras prohíbe específicamente la hibridación de animales y árboles, simbolizando un respeto por los órdenes naturales establecidos.
Gezel (גזל, prohibición de robo): Establece los fundamentos del respeto por la propiedad y la integridad económica, garantizando la justicia en las interacciones humanas.
Ever min hajai (אבר מן החי, prohibición de comer miembros de animales vivos): Simboliza la consideración ética hacia otras formas de vida y el control de los impulsos más primitivos, revelando una profunda comprensión de la interconexión de toda existencia.
La omisión de Yeshú no es un mero descuido académico, sino una desviación teológica con consecuencias profundamente destructivas. Al reducir la ética a una simplista evitación de algunos impulsos corporales, su enseñanza no solo vacía de contenido el sistema ético divino, sino que cercena la posibilidad de perfeccionamiento espiritual para los no-judíos.
El Talmud es explícito: estas leyes no son opcionales, son fundamentales para la existencia de una sociedad civilizada. La tradición rabínica enfatiza que incluso los gentiles justos (בני נח) están llamados a un estándar ético elevado, no como meras restricciones, sino como un camino de rectitud y conexión divina.
En tal caso Yeshú estaría actuando como un “agujero negro para la humanidad” resulta particularmente precisa. Lejos de ser “luz para las naciones” (אור לגויים), su enseñanza representa un sistema de oscurecimiento moral que desarticula la complejidad ética divina, reduciendo el potencial de perfeccionamiento humano a una caricatura espiritual.
La tradición judía comprende estas leyes no como restricciones, sino como un sistema dinámico de elevación moral, donde cada individuo, independientemente de su origen, tiene la capacidad de participar en un proyecto ético universal. Yeshú, al contrario, parece haber propuesto un sistema de simplificación y empobrecimiento moral que contradice fundamentalmente esta visión.
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