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Hay dos ideas que los especialistas tienen perfectamente claras: el texto
original de Mateo debió ser escrito en hebreo (o arameo, si nos atenemos a que
a este idioma se le llegó a llamar “la lengua de los hebreos” en muchas fuentes
cristianas primitivas), y ese no es el texto que tenemos en el Nuevo
Testamento. Estas ideas se desprenden claramente de la evidencia documental que
disponemos de los siglos II al V.
Al respecto, varios autores dejaron un registro demasiado claro y coherente. Veamos los ejemplos clásicos:
"Mateo compuso los dichos del señor en lengua hebrea, y luego cada uno los tradujo como pudo" (Papías de Hierápolis, hacia el año 130; citado por Eusebio de Cesarea, en Historia Eclesiástica III, 39).
Al respecto, varios autores dejaron un registro demasiado claro y coherente. Veamos los ejemplos clásicos:
"Mateo compuso los dichos del señor en lengua hebrea, y luego cada uno los tradujo como pudo" (Papías de Hierápolis, hacia el año 130; citado por Eusebio de Cesarea, en Historia Eclesiástica III, 39).
"Mateo, que predicó a los hebreos en su propia lengua, también puso por escrito el evangelio, cuando Pedro y Pablo predicaban y fundaban la Iglesia"
Ireneo de Lyon, hacia el año 185; Adversus Haeresses III, 1:1.
"El primer evangelio fue escrito de acuerdo a Mateo, el mismo que primero fue cobrador de impuestos, pero después fue un apóstol de Yeshu el Mesías, que habiéndolo publicado para los judíos creyentes, lo escribió en hebreo"
Orígenes de Alejandría, a inicios del siglo III; citado por Eusebio de
Cesarea, Historia Eclesiástica VI, 25.
"Mateo también, habiendo proclamado el evangelio en hebreo, en el momento de ir hacia las otras naciones, lo escribió en su lengua nativa, y así suplió el deseo de su presencia entre ellos por medio de sus escritos"
Eusebio
de Cesarea, hacia mediados del siglo IV; Historia Eclesiástica III, 24.
"Los Nazarenos tienen el evangelio de Mateo, muy completo y en hebreo, porque este evangelio es, ciertamente, preservado todavía entre ellos como fue escrito, en letras hebreas"
Epifanio de Salamis, hacia finales del siglo
IV; Panarion XXIX, 9:4.
"Mateo, también llamado Levi, que de ser un cobrador de impuestos vino a ser un apóstol y el primero de los evangelistas, compuso un evangelio del Mesías en Judea, en lengua y letras hebreas, para beneficio de aquellos de la circuncisión que habían creído. Quién lo tradujo al griego, no está suficientemente claro... yo fui autorizado por los Nazarenos, que utilizan este volumen en la ciudad de Boerea, para copiarlo..."
Jerónimo de Estridón,
hacia finales del siglo IV o inicios del siglo V; De Viris Illustribus, III.
Llama poderosamente la atención las citas de Epifanio y Jerónimo, que además hacen eco del contacto que los dos llegaron a tener con los Nazarenos antiguos (que no tienen ninguna conección con los actuales; los Nazarenos antiguos emigraron hacia oriente y fueron parte de la consolidación del Cristianismo Nestoriano; sus herederos directos son la actual Iglesia Asiria, que sigue haciéndose llamar Nazarena).
Estos pasajes son frecuentemente citados por Mesiánicos y Nazarenos para demostrar algo que, en realidad, los especialistas saben y aceptan desde hace mucho: que hubo un original hebreo de Mateo. Lo interesante es que prácticamente ningún autor Mesiánico o Nazareno va más allá en el tema, y ese es su error fundamental, porque las fuentes documentales nos ofrecen todavía más información.
Llama poderosamente la atención las citas de Epifanio y Jerónimo, que además hacen eco del contacto que los dos llegaron a tener con los Nazarenos antiguos (que no tienen ninguna conección con los actuales; los Nazarenos antiguos emigraron hacia oriente y fueron parte de la consolidación del Cristianismo Nestoriano; sus herederos directos son la actual Iglesia Asiria, que sigue haciéndose llamar Nazarena).
Estos pasajes son frecuentemente citados por Mesiánicos y Nazarenos para demostrar algo que, en realidad, los especialistas saben y aceptan desde hace mucho: que hubo un original hebreo de Mateo. Lo interesante es que prácticamente ningún autor Mesiánico o Nazareno va más allá en el tema, y ese es su error fundamental, porque las fuentes documentales nos ofrecen todavía más información.
DIVERGENCIAS ENTRE EL MATEO ORIGINAL Y EL MATEO DEL NUEVO TESTAMENTO
Hay suficiente evidencia para saber que el Mateo del Nuevo Testamento es una
versión radicalmente aumentada y corregida.
Empecemos por Papías de Hierápolis, el único de los autores mencionados que
pudo haber tenido contacto con una copia directa del original, ya que escribió
su libro “Exposición de los Oráculos del Señor” hacia el año 130.
Papías nos dice claramente que Mateo “puso por escrito los dichos del Señor en
lengua hebrea”. Pero, en otros párrafos, Papías nos muestra algo “extraño”:
ciertos datos que conoce de manera bastante solvente difieren de lo que nos
dice el evangelio de Mateo tal y como lo conocemos.
El más llamativo tiene que ver con Judas Iscariote:
"Judas abandonó este mundo como un triste ejemplo de iniquidad, porque su cuerpo se hinchó tanto que no podía pasar por donde un carruaje pasa con facilidad; fue aplastado por un carro, y sus entrañas se desparramaron".
Es extraño: Mateo 27:3-10 es muy preciso al señalar que Judas, agobiado por el
remordimiento, devolvió el dinero de su traición y se ahorcó de inmediato. La
pregunta obligada es: ¿por qué si Papías conoció el texto original de Mateo
optó por darle credibilidad a OTRA VERSIÓN de la muerte de Judas?
De hecho, esto nos remite a que dentro del mismo Nuevo Testamento hay OTRA
VERSIÓN más. En Hechos 1:18, el propio Pedro dice de Judas que “...con el
salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por
la mitad, y todas las entrañas se derramaron”.
Entonces, nos queda claro que en hacia la primera mitad del siglo II existían
TRES VERSIONES DIFERENTES de la muerte de Judas. ¿Por qué, simplemente, no se
aceptó la de Mateo, que habría sido la más autorizada si se supone que el texto
lo había escrito Mateo tal vez medio siglo atrás?
Por una razón tan simple como obvia: el texto original de Mateo NO DECÍA NADA
SOBRE LA MUERTE DE JUDAS. El párrafo fue añadido posteriormente, en una etapa
en la que corrieron muchas versiones (por lo menos tres) del evento, razón por
la que no todos los autores admitieron como definitiva la versión que se filtró
al texto de Mateo.
Si no aceptamos esta idea, sólo nos queda otra alternativa: Mateo sí escribió
el relato de la muerte de Judas, pero no todos le creyeron y consideraron que
hubo fuentes más autorizadas.
Si nos remitimos otra vez a Papías, que evidentemente tuvo en sus manos una
copia del original de Mateo (tal vez una copia de primera generación), dicha
conducta resulta incomprensible: tener el texto de Mateo, leerlo, y de todos
modos decir “ah, Judas no murió así; engordó y lo atropellaron...”.
Por donde se le guste ver, lo más lógico es que el texto original de Mateo no
tenía ninguna aclaración sobre el tema, y por eso Papías pudo admitir como
correcta otra versión de la muerte de Judas.
Esto ya nos sienta un precedente claro: el texto original de Mateo recibió
añadiduras, y si somos honestos, no tenemos modo de saber cuántas ni cuáles
fueron.
JERONIMO, EPIFANIO Y EL EVANGELIO DE LOS NAZARENOS
Jerónimo y Epifanio no sólo dejaron constancia de que existía una versión en
hebreo del evangelio de Mateo conservada por los Nazarenos antiguos. Se tomaron
la molestia de aclarar, además, que era una copia DEL ORIGINAL, tal y como lo
había escrito Mateo, y -sobre todo Jerónimo- se tomó la molestia extra de
COPIARLO.
La copia que Jerónimo preparó se perdió irremediablemente en el siglo VII,
cuando la biblioteca de Pánfilo de Cesarea -donde estaba guardada- fue
destruida ante el embate musulmán. Pero en los escritos de Jerónimo se
conservan varios fragmentos del Evangelio de los Nazarenos, ya que LAS
DIFERENCIAS EVIDENTES con el Mateo oficial (que para entonces ya se usaba ampliamente
en griego, latín y arameo). Jerónimo mismo registró varias de estas diferencias
en su comentario sobre Mateo. Veamos algunos ejemplos:
En Mateo 12:13, donde se narra la curación de un manco por parte de Yeshu,
el Evangelio de los Nazarenos incluye unas palabras del manco, mismas que no
aparecen en ningún manuscrito conocido de Mateo: "yo era cimentador y me
ganaba el sustento con mis manos; te suplico, Yeshu, que me devuelvas la
salud para que no tenga que mendigar con vergüenza mi alimento".
Otro caso interesante es Mateo 19:20-24. Veamos las dos versiones: el
evangelio, tal y como lo conocemos, pone "todo eso lo he guardado, dijo el
joven. ¿Qué más me hace falta? Le contestó Yeshu: si quieres ser perfecto,
anda, vende lo que tienes, y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo.
Luego, ven y sígueme. Cuando el joven rico oyó esto, se fue triste, porque
tenía muchas riquezas. Dijo Yeshu a sus discípulos: les aseguro que es
difícil para un rico entrar en el reino de los cielos. Les repito que le
resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico
entrar en el reino de D-os".
Pero en el Evangelio de los Nazarenos copiado por Jerónimo había una versión
alternativa:
"Le respondió: ya lo vengo haciendo. Le dijo: ve y vende todo lo que es tuyo, distribúyelo entre los pobres, y ven y sígueme. Mas el rico comenzó a rascarse la cabeza y no le agradó. Le dijo el Señor: ¿cómo te atreves a decir: he observado la Torá y los Profetas? Puesto que está escrito en la Torá: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y he aquí que muchos hermanos tuyos, hijos de Abraham, están vestidos de basura y muriéndose de hambre, mientras que tu casa está llena de bienes abundantes sin que salga nada de ella. Y volviéndose, le dijo a Simón, su discípulo que estaba sentado a su lado: Simón, hijo de Juan, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico en el cielo".
Estas dos citas preservadas en Jerónimo nos ponen ante un dilema similar al que
se deriva de los escritos de Papías, aunque en sentido contrario: ahora tenemos
evidencia de que ciertos detalles contenidos en el Mateo original FUERON
ELIMINADOS en la traducción al griego y los otros idiomas (cosa que concuerda
bastante bien con una observación de Papías: cada quien los tradujo como pudo).
Tenemos más evidencia sobre estas diferencias. Dos siglos antes que Jerónimo y
Epifanio, Clemente de Alejandría y su brillante discípulo, Orígenes, citaron
pasajes inexistentes en las versiones “oficiales” de Mateo, recuperados de lo
que ellos llamaron “el Evangelio de los Hebreos”. Por las referencias que
dieron sobre el grupo que lo conservaba, los especialistas aceptan que se
trataba de esos antiguos Nazarenos con los que luego tuvieron contacto Jerónimo
y Epifanio.
Veamos algunos fragmentos conservados por Clemente y Orígenes:
"El que se ha admirado, reinará; y el que ha reinado, descansará"
Citado por Clemente de Alejandría, Stromata II, 9:45.
"Hace poco me tomó mi madre, el Espíritu Santo, por uno de mis cabellos, y me llevó al monte grande, el Tabor"
Citado por Orígenes de Alejandría,
Comentario al Evangelio de Juan II, 6.
"El que busca, no descansará hasta que encuentre; cuando encuentre, quedará estupefacto; estupefacto, reinará; cuando haya reinado, descansará"
citado por Clemente de Alejandría, Stromata V, 14:96.
Entonces, hasta este punto, tenemos un conjunto de evidencias bastante claras que apuntan a que el texto original de Mateo en hebreo NO ES EL QUE TENEMOS EN EL NUEVO TESTAMENTO. La versión final, la que conocemos, está notablemente alterada: algunos detalles fueron agregados, y otros eliminados.
Ahora bien, la pregunta obligada es si estas añadiduras o mutilaciones afectaron partes relevantes del contenido del Evangelio Original. Y la evidencia nos responde que sí.
Entonces, hasta este punto, tenemos un conjunto de evidencias bastante claras que apuntan a que el texto original de Mateo en hebreo NO ES EL QUE TENEMOS EN EL NUEVO TESTAMENTO. La versión final, la que conocemos, está notablemente alterada: algunos detalles fueron agregados, y otros eliminados.
Ahora bien, la pregunta obligada es si estas añadiduras o mutilaciones afectaron partes relevantes del contenido del Evangelio Original. Y la evidencia nos responde que sí.
UN CASO EMBLEMÁTICO: LA ÚLTIMA CENA
Si seguimos revisando el material que nos aporta la Patrística del siglo II,
encontramos otro caso que nos arroja más información sobre este asunto: el de
la Última Cena. Se trata de un evento medular en los tres Evangelios Sinópticos
(Mateo, Marcos y Lucas), ya que es donde Yeshu de Nazaret declara fundado el
Nuevo Pacto, en evidente alusión a la profecía de Jeremías 31:31-33.
Integrando los tres relatos, Yeshu pronunció palabras trascendentales al
momento de decir bendiciones sobre el pan y el vino, que fueron algo así como
“tomad, comed, esto es mi cuerpo que por ustedes es partido; tomad, bebed, esta
es la sangre del Nuevo Pacto que por ustedes es derramada; haced esto todas las
veces que comieréis de este pan y bebieréis de esta copa” (dejemos de lado el
asunto de la interpretación de esto y centrémonos sólo en el asunto
filológico).
Hay controversias sobre cuál fue el primer evangelio en elaborarse. La mayoría
de los especialistas sostiene que fue Marcos, un poco después del año 70, si
bien una minoría asume que fue Mateo tal vez desde el año 60.
Independientemente de esto, se da por sentado que Lucas -el último de los tres-
se escribió entre los años 80 y 85, por lo que para esas fechas ya debían estar
escritos los tres.
De ello se debe deducir que, para cuando los tres Evangelios Sinópticos ya
estaban escritos, los seguidores de Yeshu ya tenían como patrimonio litúrgico y
teológico estas palabras pronunciadas sobre el pan y el vino, por lo menos
durante medio siglo (desde el año 30 hasta el 80, aproximadamente).
Y resulta interesante esto: en realidad, se supone que ninguno de los tres fue
el primero en registrarlas por escrito. En el año 54, Pablo también las
registró en I Corintios 11:23-26, y con ello habría sido el primero en
redactarlas.
La versión de Pablo es consistente con las que encontramos en los tres
Sinópticos. Dice así: “...el Señor Yeshu, la noche que fue entregado, tomó pan,
y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: tomad, comed, esto es mi cuerpo que
por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí; asimismo tomó también la
copa, después de haber cenado, diciendo: esta copa es el Nuevo Pacto en mi sangre;
haced esto todas las veces que la bebiereis en memoria de mí”.
Hasta este punto, el panorama es bastante lógico: hacia el año 30, Yeshu pronuncia estas palabras y, naturalmente, se consolidan como patrimonio
litúrgico de sus seguidores. Por ello, Pablo las puede citar hacia el año 54 a
la Iglesia de Corinto con bastante familiaridad, dando por sentado que sus
lectores conocen el uso ritual de estas frases. Tal vez unos 5 o 6 años
después, Mateo las vuelve a poner en su evangelio; o tal vez el siguiente en
hacerlo es Marcos, 15 o 16 años después. Sea como fuere, Lucas es el último en
registrarlas hacia el año 85 a más tardar.
Hay diferencias mínimas entre todas las versiones, pero resultan comprensibles
y no afectan la situación filológica del asunto.
El problema viene cuando, pretendidamente, hacia el año 90 Juan -testigo
presencial de la Última Cena- escribe su evangelio, y respecto a la cena y a
las trascendentales palabras de Yeshu nos dice...
Nada. Absolutamente nada.
De hecho, son varios los problemas que plantea el evangelio de Juan. En Mateo,
Marcos y Lucas, la mención a la cena y las palabras de Yeshu resultan
fundamentales porque se supone que el evento tuvo ocasión durante el primer
Seder del Pesaj. Juan contradice esa idea. Dice que el evento fue “un día antes
de la Fiesta”, y por ello resulta lógico que no le ponga atención a la cena.
Pero es extraño: casi una tercera parte de TODO el evangelio de Juan está
dedicado a esa noche en especial. El punto es que la cena ES LO ÚNICO QUE NO LE
INTERESA al apóstol.
Lo único que dice al respecto es que “...se levantó de la cena, y se quitó su
mano...” (Juan 13:4), y continúa con el relato del lavamiento de los pies de
los discípulos (algo totalmente inexistente en los otros evangelios), después
de lo cual procede a anunciar las traiciones de Judas y Pedro, para luego dar
el discurso MÁS LARGO, MÁS COMPLEJO, MÁS PROFUNDO y, literiamente hablando, MÁS
BELLO que se tenga registrado en todo el Nuevo Testamento, y que abarca los
capítulos 14 al 18.
¿Qué tenemos en los otros evangelios sobre este importantísimo discurso de Yeshu? Nada. Absolutamente nada.
La realidad es que Mateo, Marcos y Lucas nos cuentan un evento, y Juan otro. Se
ha querido solucionar el asunto por medio del pastiche, diciendo que Yeshu primero cenó y dijo las palabras importantes que dijo (y que por alguna razón
extraña Juan no quiso mencionar), y que luego lavó los pies de sus discípulos y
dio un monumental discurso (que por alguna razón extraña Mateo, Marcos y Lucas
no quisieron mencionar). Pero no funciona por un simple detalle: el anuncio de
la traición de Judas. Para Mateo, Marcos y Lucas está claro que Yeshu la
anunció DURANTE la cena; en cambio, Juan registra que la anunció DESPUÉS de
lavar los pies de los discípulos, cuando la cena tenía bastante tiempo de haber
terminado.
La situación es obvia: toda la diferencia se deriva de que para Mateo, Marcos y
Lucas la cena es durante el Seder de Pesaj, y para Juan no. Fue una noche
antes. Por eso no le da ninguna importancia a la cena como tal.
También se ha querido anular esta contradicción apelando a muchos y muy
variados modos de enredar la información sobre cómo cuentan los días en el
Judaísmo, pero el punto determinante que revienta todas las justificaciones es
este: Juan 19:42 es muy preciso al señalar que Yeshu fue sepultado en una
propiedad de José de Arimatea PORQUE ESTABA CERCA, y era necesario apresurarse
“...por causa de la preparación de la Pascua de los judíos...”. Esto está en
perfecta coherencia con Juan 18:28, donde se explica que los Sacerdotes no
quisieron entrar al pretorio al que llevaron a Yeshu “para no contaminarse y
así poder comer la Pascua”, lo que hace evidente que, después del arresto de
Yeshu, TODAVÍA NO SE CELEBRABA EL PRIMER SEDER DE PESAJ.
Esto revienta cualquier intento por reconciliar el relato de Juan con el de los
otros evangelios, que dan por sentado que cuando Yeshu fue entregado, juzgado y
crucificado YA SE HABÍA HECHO LA CENA DE PESAJ.
Pero volvamos a nuestro punto original: las palabras de Yeshu sobre el pan y el
vino. Más allá de las irreconciliables contradicciones entre los evangelios, el
problema textual es este: ¿por qué palabras tan trascendentales de Yeshu pronunciadas hacia el año 30 y recopiladas por Pablo, Mateo, Marcos y Lucas
entre los años 54 y 85 son desconocidas para Juan en el año 90?
Antes de especular con cualquier solución, lo procedente es revisar las fuentes
documentales del Cristianismo de inicios del siglo II. ¿Por qué? Porque más
allá de cómo se pueda interpretar la teología de esas fuentes, nos dan una idea
de CÓMO o CUÁNTO se usaban esas palabras a nivel litúrgico.
Y la primera fuente, cronológicamente hablando, es la Didajé, un texto
catequético elaborado en diversas etapas entre los años 70 y 110. Respecto a lo
que en griego llama “eucaristía” (literalmente, acción de gracias), la Didajé
nos dice lo siguiente:
“En cuanto a la Eucaristía, así debéis realizarla. Primero sobre el caliz: te
damos gracias, nuestro Padre, por la sagrada vid de David tu siervo, la cual
nos enseñaste por Yeshu, tu hijo y Siervo. A ti la gloria en los siglos. Y
sobre la partición: te damos gracias, nuestro Padre, por la vida y la ciencia,
que nos enseñaste por Yeshu, tu hijo y Siervo. A ti la gloria en los siglos.
Como este pan fue repartido sobre los montes, y recogido y se hizo uno, así sea
recogida tu Iglesia entre los límites de la tierra en tu reino, porque tuya es
la gloria y el poder por Yeshu, en los siglos” (Didajé, IX).
La Didajé, en tanto texto didáctico que explica los pormenores esenciales del
Cristianismo, pretendidamente menciona TODO lo que el nuevo cristiano debía
saber. Y en esta sección está hablando de LOS SACRAMENTOS. De hecho, los
párrafos anteriores (VII y VIII) hablan sobre el bautismo y la oración (citando
al Padre Nuestro), por lo que si el párrafo IX habla de la Eucaristía, es el
sitio donde se tenían que haber mencionado las palabras de Yeshu en la Última
Cena.
Pero no hay nada, absolutamente nada.
Se ha propuesto como solución al entuerto que, en realidad, el autor de la
Didajé aquí está explicando OTRO ritual, pero no tiene sentido tampoco. En ese
caso, si explicó este “otro” ritual, ¿por qué no explicó el relacionado con la
Última Cena?
Al final del día, lo único que se hace evidente es que el autor del más importante
texto catequético a inicios del siglo II NO CONOCE LAS PALABRAS DE YESHU PRONUNCIADAS EN LA ÚLTIMA CENA.
Y una cosa parece indiscutible: conoce el evangelio de Mateo, o por lo menos
las fuentes relacionadas con él, porque en el párrafo VIII -uno antes de este
controversial párrafo sobre la Eucaristía- cita las palabras del Padre Nuestro,
y lo hace siguiendo la versión de Mateo (que, a diferencia de Lucas, concluye
con las palabras “porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria por todos los
siglos”). Eso hace más angustioso el dilema: ¿por qué evidencia conocer a Mateo
en el párrafo VIII, y evidencia desconocerlo en el párrafo IX?
Otra vez, estamos ante una situación como la generada por los textos de Papías:
o bien Mateo sí contenía las palabras de Yeshu sobre la Última Cena y el autor
de la Didajé no las consideró importante, o bien la versión de Mateo conocida
hacia el año 110 NO CONTENÍA esas palabras, y el texto era más parecido al del
evangelio de Juan.
Con mucho, y por mucho que moleste, la opción más razonable es la segunda.
Tenemos más evidencia elaborada unos cinco años después de la conclusión de la
Didajé. En las cartas de Ignacio de Antioquía hay dos breves menciones al tema
del cuerpo y la sangre de Yeshu como comida y bebida:
"... Deseo el pan de Dios, que es la carne de Cristo, que era del linaje de David; y por bebida deseo su sangre, que es amor incorruptible"
Epístola a los Romanos, VII.
"... observando una eucaristía, porque hay una carne de nuestro Señor Yeshu y una copa en unión en su sangre..."
Epístola a los Filadelfos, IV.
Al igual que en la Didajé, Ignacio desconoce por completo los conceptos
mencionados en la Última Cena. Pese a que se supone que menciona un tema
relacionado con acaso la práctica litúrgica más importante para los seguidores
de Yeshu, NUNCA menciona que haya una relación con la Última Cena. En realidad,
se desenvuelve más en la lógica del evangelio de Juan, que en el capítulo 6 nos
presenta a Yeshu diciendo que su carne es “verdadera comida” y su sangre
“verdadera bebida”, pero sin ninguna referencia de tipo litúrgico (es decir,
relacionada con una práctica en la que se tengan que repetir o por lo menos recordar
esas palabras, a diferencia de las aclaraciones que sí encontramos en I
Corintios 11).
Pero acaso el ejemplo más contundente es la “Homilía sobre la Pascua”, de
Melitón de Sardes, escrita hacia mediados del siglo II. Se trata de un extenso
sermón sobre el significado de la Pascua desde una perspectiva netamente
cristiana (y con fuertes contenidos antisemitas), pero que nos resulta
interesante por esto: DESCONOCE las palabras de Yeshu en la Última Cena. Pese a
que Melitón hace un detallado análisis de lo que, a su juicio, significa la
Pascua, e incluso apela a las Escrituras Hebreas para sustentar sus puntos de
vista, NUNCA menciona el contenido de los evangelios al respecto.
No tiene sentido. Nos obliga a asumir que Melitón decidió abordar uno de los temas
más importantes para la teología cristiana por medio de una homilía (discurso
que se basa en la interpretación directa de pasajes bíblicos), sin recurrir a
LOS MÁS IMPORTANTES PASAJES que hablan sobre ese tema.
Nuevamente, lo más lógico es asumir que Melitón no conocía una versión de los
evangelios o de I Corintios donde ese contenido ya estuviera integrado.
Entonces, lo que tenemos es esto:
a) Hacia inicios del siglo II, hay evidencia suficiente para admitir que se conocía un texto de Mateo, e incluso para afirmar que había sido escrito en hebreo.
b) Hacia la misma época, hay evidencia suficiente para admitir que los principales autores del Cristianismo DESCONOCEN las palabras de Yeshu pronunciadas en la Última Cena.
Esto nos deja ante dos opciones:
a) Yeshu sí pronunció esas palabras, y Pablo, Mateo, Marcos y Lucas las registraron correctamente. Por alguna extraña, bizarra, incomprensible y absurda razón, ningún autor cristiano las menciona o usa hasta el año 130 o 140, pese a que llevaban prácticamente un siglo siendo un patrimonio litúrgico de los seguidores de Yeshu, judíos o cristianos. En el colmo de los colmos, Juan -autor judío y que estuvo presente en la Última Cena- también desconoce esas palabras de Yeshu, e incluso ubica el evento en una fecha diferente a Mateo, Marcos y Lucas.
b) Las palabras atribuidas a Yeshu durante la Última Cena no son históricas, sino producto de una construcción teológica cristiana que se desarrolló durante la primera mitad del siglo II, y hacia mediados de ese siglo fueron incorporadas a I Corintios, Mateo, Marcos y Lucas.
El más elemental sentido común nos indica que aunque la segunda opción sea
debatible, la primera es simplemente imposible. El único modo de alterar el
panorama y plantear otra opción, sería ubicando una fuente cristiana de la
primera mitad del siglo II que dé evidencia de que las palabras de la Última
Cena ya eran conocidas. Pero no la hay.
Todas estas inconsistencias evidencian que los evangelios en general, y Mateo
en particular, TAL Y COMO LOS CONOCEMOS, todavía no habían llegado a su
redacción definitiva a mediados del siglo II. Incluso, evidencian que el
posible texto original de Mateo fue radicalmente alterado -con añadidos y
mutilaciones-, de tal modo que no tenemos elementos para imaginarnos cómo pudo
haber sido.
LOS RELATOS DE LA INFANCIA DE YESHU Y DE LA RESURRECCIÓN
Para los especialistas no es un secreto ni misterio identificar las partes más
arcaicas del texto de Mateo. Dado que los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas
están elaborados a partir de un mismo documento (y por eso se les llama
Sinópticos), los estratos más arcaicos del texto son aquellos donde los tres
tienen un mayor y mejor nivel de concordancia. Las partes donde cada uno tiene
características exclusivas son, en contraparte, las que fueron añadiéndose
alterando el original.
Por ello, los especialistas han señalado que los tres evangelios se pueden
dividir en cuatro secciones cada uno, cada una con mejores afinidades que la
otra.
La sección donde los tres evangelios preservan el mejor nivel de similitud es
el relato de la Pasión. Eso evidencia que se trata del sustrato más antiguo. En
segundo lugar, aunque con mucha menos precisión, se encuentran los relatos
sobre el ministerio de Yeshu. Allí encontramos muchísimo material exclusivo de
Mateo y, sobre todo, de Lucas, y eso hace evidente que se tratan de añadidos al
original. Por eso, los especialistas consideran que Marcos es el evangelio que
mejor refleja lo que debió ser el documento más antiguo. Luego tenemos los relatos
del nacimiento e infancia de Yeshu, y finalmente los de la Resurrección. En
ellos es donde encontramos el más elevado nivel de contradicciones, lo que
demuestra que se trata de los últimos en elaborarse y anexarse al relato
original.
¿Qué tan contradictorios son los relatos de la infancia? Empecemos por la
diferencia de fechas que ofrecen: Mateo ubica el nacimiento de Yeshu “en los
días del rey Herodes”, y Lucas en los días del censo de Quirino. Herodes murió
en el año 4 AEC, y Quirino organizó un censo en el año 6 EC, diez años después
de la muerte de Herodes. Eso hace totalmente incompatibles los dos relatos.
Hay otra diferencia significativa: Mateo da por hecho que Yosef y Miriam, los
padres de Yeshu, viven en Belén, y sólo después se trasladan a Nazaret. En
cambio, Lucas da por sentado que viven en Nazaret, y sólo se trasladan a Belén
a causa del censo. Luego regresan a Nazaret, pero con ese dato también hay
problemas.
Mateo agrega el sangriento episodio de la matanza de los niños de Belén, ante
lo cual la familia huye a Egipto, y sólo hasta la muerte de Herodes regresan a
Judea, pero deciden establecerse en Nazaret. Semejante idea no cabe en Lucas:
dado que todo acontece diez años después de la muerte de Herodes, el episodio
de la matanza queda descartado. Para Lucas, los eventos alrededor del
nacimiento de Yeshu son apacibles: la familia vive en Nazaret, va a Belén a
causa del censo (algo que, por cierto, es absurdo; así no funcionaban los
censos, ni entonces ni ahora), presentan a Yeshu en el Templo, y regresan
plácidamente a su hogar.
Todo ello refleja que son tradiciones elaboradas tardíamente, y que se anexaron
al relato original. Un detalle que lo corrobora es el hecho de que Marcos, el
evangelio que refleja el tipo de texto más antiguo a gusto de los
especialistas, desconoce cualquier relato de infancia.
Sucede algo similar con los relatos de la Resurrección. Aunque tienen más
similitudes que los de infancia, son incompatibles. No se ponen de acuerdo
respecto a si eran una, dos o tres mujeres las que llegaron al sepulcro ese día
en la mañana; tampoco en si las mujeres entraron o no al sepulcro; tampoco en
si las mujeres fueron las primeras en entrar al sepulcro, o fueron Juan y
Pedro; tampoco en si las mujeres vieron bajar al ángel que abrió el sepulcro o
lo encontraron abierto; tampoco en si eran uno o dos ángeles; tampoco en si
acataron la orden de ir a avisar a los discípulos o se quedaron calladas por
miedo; tampoco en si luego todos se trasladaron a Galilea o se quedaron en
Jerusalén; tampoco en cuánto tiempo pasó entre la resurrección y la ascención
de Yeshu; tampoco en si la ascención fue en Galilea, Jerusalén o Betania.
Todo eso refleja que cada relato se confeccionó de modo independiente, a
diferencia del resto del relato de la pasión, bastante afín en los tres
evangelios sinópticos. De ello también se deduce que son relatos integrados
tardíamente al relato y, por lo tanto, se sabe que no fueron parte del texto
original.
EL MATEO DE SHEM TOB BEN ITJZAK BEN SHAPRUT: ¿EXISTE LA POSIBILIDAD DE QUE SEA LA VERSIÓN MÁS CERCANA AL ORIGINAL?
Muchas personas en los ambientes Mesiánicos y Nazarenos afirman que el Mateo
hebreo identificado como Shem Tob -por haber sido recuperado en una copia del
texto Even Boán, del rabino Shem Tob ben Itzjak ben Shaprut- es la versión más
antigua posible del texto de Mateo, y factiblemente el único que preserva el
texto original.
Para afirmarlo, se basan en ciertas características que indican que no fue
traducido desde los manuscritos griegos tradicionalmente usados por el
Cristianismo.
Sin embargo, llama poderosamente la atención el hecho de que NINGÚN
especialista lo ha tomado en cuenta como una fuente documental antigua para
saber cómo fue el Mateo hebreo original.
La razón es simple: los especialistas están conscientes de que el Mateo griego
del Nuevo Testamento NO ES EL MATEO ORIGINAL, y el Shem Tob no deja de ser una
variante de ese Mateo. Si tomamos en cuenta las características del posible
original que podemos recuperar de las evidencias documentales de los siglos II
al IV, es evidente que en ese nivel de análisis, el Shem Tob y el Mateo griego
son EL MISMO DOCUMENTO.
De todo lo ya expuesto, podemos señalar algunas características que debió tener
el Mateo original:
a) El Mateo original no debió incluir ningún relato sobre la muerte de Judas Iscariote. El Mateo griego lo tiene; el Shem Tob también.
b) El Mateo original debió incluir los detalles preservados por Jerónimo, Clemente y Orígenes. El Mateo griego no los tiene; el Shem Tob tampoco.
c) El Mateo original no debió incluir el relato del nacimiento de Yeshu. El Mateo griego lo tiene; el Shem Tob también.
d) El Mateo original no debió incluir tantos detalles sobre la Resurrección. El Mateo griego los tiene; el Shem Tob también.
e) El Mateo original no debió incluir las palabras de Yeshu de la Última Cena. El Mateo griego las tiene; el Shem Tob también.
Por eso, resulta evidente que el Mateo conocido como Shem Tob, pese a presentar
rasgos especiales que lo ubican en una categoría singular, no es -pero ni
remotamente- la versión original de Mateo. Se trata, simplemente, de una
variante textual en la que encontramos diferencias redaccionales, pero no
diferencias estructurales. Y la evidencia respecto a las diferencias entre el
posible texto original y el actual no nos dejan lugar a dudas: son de carácter
estructural, no nada más redaccional.
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