or el Profesor Yosef Gedaliah Klaussner Z”L
y
la Dra. Eliette Abécassis.
Tras la conquista de Alejandro Magno en 333 antes de la Era Común, surgió la escritura hebraica cuadrada o asiria (ketav ashurí), que permanece vigente hasta nuestros días. Las dos escrituras, la paleo-hebraica y la hebraica, representaban distintas corrientes: la antigua, utilizada por los cohanim, simbolizaba la independencia nacional y preservaba su historia; mientras que la nueva era propia de los perushim (intérpretes o "fariseos"), quienes ocupaban una posición fundamental en la vida social y política del pueblo judío. Hasta ese momento, solo los sofrim (escribas) y los cohanim tenían acceso a la alfabetización. La Torá se transmitía oralmente: los cohanim la leían al pueblo, y los padres repetían a sus hijos lo que habían memorizado.
Una revolución educativa comenzó cuando se estableció el estudio de la Torá como imperativo para todo el pueblo. La alfabetización impulsada por los perushim transformó radicalmente la sociedad judía: en un periodo relativamente breve, el pueblo adoptó un nuevo paradigma de estudio. Los perushim, promotores de la Torá, elevaron la tradición rabínica y el Talmud al nivel de texto revelado, equiparándolo con el Tana"j.
Los siglos de dedicación de los sofrim y los perushim que los sucedieron rindieron frutos significativos. En la tierra de Israel se desarrolló gradualmente una clase instruida que abarcaba no solo a las familias sacerdotales y la élite, sino también a personas comunes. La alfabetización se extendió considerablemente, especialmente desde la época de Shimon ben Shetaj, quien estableció los cimientos del sistema educativo hebreo, y no Yehoshúa ben Gamala como algunos erróneamente atribuyen.
Flavio Josefo, contemporáneo de Yehoshúa ben Gamala, destaca como hecho conocido que la Torá establecía la obligación de enseñar a los niños la lectura y escritura (grammata), las leyes (nomouz) y la historia de sus antepasados:
"cuyos caminos habrán de seguir y, habiendo sido educados en las leyes, se acostumbrarán a observarlas y no tendrán la excusa de no conocerlas". -Contra Apión, 2:25.
Según su testimonio, Moshé Rabeinu ya había ordenado que:
"primero les enseñarán a los niños todas las leyes, el conocimiento más decente y la fuente de la felicidad".
Josefo enfatiza reiteradamente:
"la mayor parte de nosotros somos cuidadosos de la educación de los niños (paidotrofia); si se nos pregunta algo concerniente a las leyes, podemos responder más fácilmente que si se nos preguntara nuestro nombre. Habiéndolas aprendido directamente con nuestra percepción más temprana, ellas se graban en nuestro espíritu."
Estas afirmaciones, aunque quizás algo hiperbólicas, evidencian el alcance del sistema educativo durante la época del Beit Shení (Segundo Templo), aproximadamente cincuenta años antes de los escritos de Josefo. También Filón, contemporáneo de esta época, atestigua que los judíos enseñaban las leyes "desde la primera juventud".
Este logro educativo fue posible gracias al sistema escolar establecido. Si bien la Torá obligaba a los padres mediante el precepto: "enseña diligentemente a tu niño", hacia el final del período del Beit Shení, la vida se había vuelto más compleja, dificultando que los padres pudieran cumplir plenamente con esta mitzvá.
El sistema educativo se estructuraba en dos niveles: el Beit HaSefer (בית הספר), escuela elemental, y el Beit HaMidrash (בית המדרש), centro de estudios avanzados. Este último, dedicado a la exégesis de la Torá para estudiantes selectos (talmidei jajamim - תלמידי־חכמים), existía desde la época de los sofrim, anterior al período macabeo. A partir de la era macabea, y especialmente desde Hillel y Shamai, adoptó un carácter más accesible. En estas instituciones se estudiaba la Torá y, cuando el pueblo dejó de hablar hebreo, se incorporó su traducción al arameo. Las explicaciones (דורשים) se ofrecían al pueblo durante los Shabatot y los días de mercado, permitiendo que los habitantes de las aldeas accedieran al conocimiento de la Ley durante sus visitas a la ciudad.
No obstante, la mayoría de los campesinos permanecían como am ha'aretz (עם הארץ - ignorantes de la Torá), al igual que muchos prosélitos, tanto voluntarios como involuntarios, que se unieron al judaísmo durante las épocas de Yojanan Hurcano, Yehudá Aristóbulo y Alejandro Yanai. Sin embargo, en los centros urbanos, especialmente en Yerushalayim, existía una considerable población instruida en la Torá entre artesanos, comerciantes, cohanim y funcionarios. Aunque los jajamim (חכמים) eran pocos, había numerosos talmidei jajamim.
Sería erróneo asumir que la educación se limitaba exclusivamente a la Torá. En Israel también florecía la enseñanza secular. Los textos poéticos y narrativos preservados en lenguas extranjeras en los Libros Apócrifos y Seudoepígrafes, de extraordinaria diversidad y belleza, datan mayormente de períodos cercanos a la época del Beit Shení. El arte judío de este período, particularmente en arquitectura, mausoleos y cerámica, alcanzó niveles notables de belleza y grandeza, manteniendo un distintivo carácter nacional.
Aunque estos estudios seculares no igualaban en importancia al estudio de la Torá, el judaísmo abarcaba un espectro amplio que incluía toda "sabiduría de vida" y conocimiento necesario para la nación. No separaba la religión de la enseñanza y la vida cotidiana. En esencia, más que una mera religión, representaba una cosmovisión nacional con fundamentos religiosos, incluyendo filosofía, jurisprudencia, ciencia y ética, además de las creencias y prácticas rituales tradicionalmente asociadas con la religión.
Un indicador crucial del nivel de desarrollo de una sociedad es la posición de sus mujeres. En Israel, desde el período macabeo, esta situación era notablemente progresista. La ketubá (כתובה), el contrato matrimonial, precedía a la época de Shimon ben Shetaj, como evidencian documentos arameos similares encontrados en Elefantina de la época de Ezra.
Los perushim constituían el partido popular, representando principalmente a la clase media urbana y, en menor medida, rural (aunque la mayoría de los aldeanos eran amei ha'aretz). Encarnaban un nacionalismo ilustrado basado en el estudio e interpretación de la Torá nacional. Entre ellos se encontraban numerosos talmidei jajamim, dedicados a desarrollar y adaptar la Torá a las necesidades contemporáneas. Como Josefo frecuentemente señala, los perushim representaban la democracia nacional durante las épocas macabea y de Yeshú.
Los preceptos fundamentales de los perushim se pueden resumir de la siguiente manera:
A diferencia de los esenios, los perushim mantenían que no todo estaba predestinado: si bien la providencia divina gobierna todas las cosas, el ser humano posee libre albedrío, lo cual también puede considerarse un decreto divino. Esta perspectiva fue posteriormente cristalizada por Rabí Akiva, heredero de la tradición farisea, en su máxima: "Todo está previsto, pero el derecho (de elección) es permitido."
Los perushim desarrollaron y conservaron la tradición de los Padres (Masoret Avot), estableciendo sobre esta base normas nacionales no explícitas en la Torá de Moshé. Aunque seguían las interpretaciones más rigurosas de la Torá, adoptaban posturas más lenientes respecto a los castigos.
Se distinguían por su elevada ética y su distanciamiento de los placeres mundanos, lo que llevó a Josefo a compararlos con los estoicos griegos.
Su sistema de creencias incluía la supervivencia del alma, las recompensas y castigos después de la muerte, la transmigración de las almas de los justos a otros cuerpos, y el tormento eterno (en la Gehinom) para las almas de los malvados. Estas enseñanzas, documentadas por Josefo (él mismo fariseo), se reflejan en el Sha"s (Mishná) y en las antiguas baraitot del Talmud. Los tanaim y amoraim, y los judíos en general, representan generaciones sucesivas de discípulos de los perushim, quienes continuaron la obra de los sofrim, estableciendo los cimientos del Talmud y la literatura judía posterior.
Las descripciones de Josefo y el Talmud sobre los perushim encuentran eco en el Nuevo Testamento, aunque este último también presenta una crítica severa. Yeshu los agrupa con los escribas, criticándolos por predicar sin practicar, por su ostentación en el cumplimiento de los mandamientos, por aumentar sus filacterias (tefilín) y alargar sus tzitziot, por buscar reconocimiento y lugares de honor en sinagogas y banquetes, y por su deseo de ser llamados "Rabí".
Los acusó de hipocresía, de enfocarse en minucias como el diezmo de especias mientras descuidaban preceptos fundamentales como la justicia, la compasión y la fe. Los describió como "ciegos guiando ciegos", que "cuelan el mosquito y se tragan el camello", y como "sepulcros blanqueados", externamente impecables pero internamente corruptos.
En lugar de negar estas acusaciones como han hecho algunos eruditos judíos apologéticos, es importante contextualizar. Como señala Josefo, los perushim "se enorgullecían de la observancia escrupulosa de la religión de los Padres, considerando que Dios los amaba más que a otros". Sin embargo, estas críticas podrían aplicarse a cualquier movimiento religioso o filosófico que, con el tiempo, experimenta cierta degradación.
En todo sistema, lo secundario puede llegar a considerarse primario y viceversa. Las ideas más nobles pueden ser distorsionadas por seguidores que priorizan el honor, el poder y el beneficio personal. Esto ocurrió con la Torá de Moshé en la época de Yirmiyahu.
La propia tradición rabínica reconoce esta realidad. La Mishná y las baraitot critican diversos tipos de perushim hipócritas o extremistas. Como se establece en Mishná Sotá 3:4: "Un jasid estúpido, un bribón astuto, una mujer santurrona, y la plaga de los fariseos son los seres que destruyen el mundo."
Cuando un discípulo de Rabí Yehudá HaNasí fue engañado, el Rabí lamentó: "A este hombre lo aflige la plaga farisaica." Una antigua baraita enumera siete tipos de perushim, de los cuales solo uno o dos son considerados favorablemente por los tanaim:
"Hay siete clases de perushim: el parush shijmi (jorobado), el parush kizzai (teneduría de libros), el parush nikpi (golpeador o prestatario), el parush medojia (semejante a la peste), el parush 'haré lo que es mi obligación', el parush por temor, y el parush por amor."
Aunque el significado exacto de términos como shijmi, nikpi, kizzai y medojia es difícil de determinar, dadas las diferencias interpretativas entre el Talmud Bavli y el Talmud Yerushalmi, es claro que se referían a fariseos extremistas y ascéticos que llevaban sus prácticas piadosas a extremos distorsionados.
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