6/12/2011

Hilkhot Teshuva (El Arrepentimiento)


Mishne Torah (Iad Jazaka) de Rabi Moshe ben Maimon (Maimonides)
Editorial Sinai, Tel Aviv, Israel. 1998.
Hilkhot Teshuva (El Arrepentimiento)

Capitulo 1

1. Si una persona ha transgredido cualquiera de los preceptos de la Tora, ya sea afirmativo o negativo, deliberadamente o por inadvertencia, al arrepentirse y retornar de su error debe confesarse ante Dios, bendito sea, pues está escrito: “Cuando un varón o una mujer cometiere... confesarán su pecado que cometieron” (Números V, 6-7), y se refiere a la confesión verbal. -¿Cómo ha de confesarse una persona? Ha de decir: “¡Oh Dios! He errado, he obrado mal, me he rebelado contra ti, haciendo tal y tal cosa.  Y ahora lo lamento, me avergüenzo de lo que hice y jamás repetir ese acto.  Ese es el principio de la confesión.  Cuanto más amplia y detallada sea la confesión, mejor.  Vemos así que a los pecadores y culpables no les basta el ofrendar sus sacrificios por sus faltas deliberadas o involuntarias para que éstas les sean perdonadas, sino que antes han de arrepentirse y confesarse de palabra, como está escrito: “Confesaré que pecó por ella” (Levítico V,5).  Asimismo, todos los pasibles de pena de muerte y de pena de azotes no son perdonados por el hecho de habérseles aplicado la sentencia, sino cuando se han arrepentido y confesado.  También el que golpea a su prójimo o le causa perjuicio monetario, aunque le pague todo lo que le debe, no está perdonado hasta que se confiese y se arrepienta para siempre de obrar así, pues está escrito: “De todos los pecados del hombre” (Números V,6).
3. En estos tiempos en que no existe el Templo y no tenemos el altar de las expiaciones, no hay otra cosa que el arrepentimiento.  El arrepentimiento expía por todas las transgresiones.  Hasta aquél que ha sido un malvado durante toda su vida, si al final se arrepiente, no se le considera nada de su maldad, pues está escrito: “El malvado no tropezará por su maldad el día en que se arrepienta de ella” (Ezequiel XXXIII,12).  Yom Kipur por sí mismo es suficiente expiación para los arrepentidos, pues está escrito: “En ese día os será perdonado” (Levítico XVI,30).

Capítulo 2
1. Arrepentimiento perfecto es el del hombre que, al presentársele la oportunidad de repetir el pecado que antes cometió, se aparta y no lo comete a causa de su arrepentimiento, y no a causa de temor o de imposibilidad física.  Y si se trata de un hombre que no se arrepintió sino en la ancianidad, cuando ya no puede cometer los pecados que solía cometer, aunque no sea el suyo un arrepentimiento excelente, es efectivo y se lo considera un arrepentimiento.  Incluso al que cometió transgresiones durante toda su vida y sólo se arrepintió en el día de su muerte, muriendo arrepentido, se le perdonan todos sus pecados, pues está escrito: “Mientras no oscurezca el sol y la luz de la luna y las estrellas, y no se recojan las nubes después de la lluvia” (Eclesiastés XII,2), lo cual se refiere al día de su muerte.  Esto implica que si un hombre recordó a su Creador y se arrepintió antes de morir, se le perdona.
3.  Todo el que se confiesa de palabra pero no está decidido en su corazón a abandonar el pecado, es como el que se sumerge en el agua para purificarse aferrando una inmundicia en su mano: la inmersión de nada le valdrá sin antes no arroja la inmundicia.
9.  Tanto el arrepentimiento como el Yom Kipur sirven para expiar exclusivamente las transgresiones cometidas contra Dios, por ejemplo, comer algo prohibido, pero no las cometidas por un hombre contra su prójimo, como es el caso de quien golpea a su prójimo, o lo maldice, o lo despoja.  Estas cosas jamás le son perdonadas hasta que dá a su prójimo todo lo que le debe y se reconcilie con él.  No basta con que le devuelva el dinero que le debe: está obligado a reconciliarse con él y pedirle que lo perdone; incluso si no hizo más que mortificar al prójimo con sus palabras, debe disculparse e insistir hasta que le perdone.
10.  Está prohibido ser cruel hasta el punto de no aceptar las disculpas; por el contrario, es bueno ser fácil para reconciliación y difícil para la cólera.  Cuando el que cometió la falta pide perdón, se le debe perdonar con todo el corazón y con el alma bien dispuesta.  Aunque la ofensa haya sido grande, no se debe buscar venganza ni guardar rencor.  Ese es el camino de la simiente de Israel y de su corazón.  Con respecto a los guibonitas, que no perdonaron ni quisieron reconciliarse, está escrito: “Los guibonitas no eran de los hijos de Israel” (II Samuel XXI,2).

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