2/07/2011

El “asno del Mesías” y la “luz del Mesías”







El “asno del Mesías” y la “luz del Mesías”

Por Rav Shlomo Aviner

Pregunta: Últimamente, ha sido publicado el libro: “El asno del Mesías”, una falsa acusación contra la enseñanza de nuestro maestro el Rav Kook, como si según su visión los judíos jilonim (seculares, llamados también no religiosos) son el “asno del Mesías”, un animal impuro, amalekita y satánico. Sus alumnos aprovecharían todos los medios para dominar el estado y conquistarlo de manos de los jilonim mismos. De este modo, el asesinato del Primer Ministro Rabin constituiría una etapa importante en esta trama. ¿Por qué nadie reacciona ante esas difamaciones?
Respuesta: Efectivamente, al leer que un judío no ama a otro, nos descorazona. Ojalá que pudiésemos lograr que reinase el amor entre todos y aprovechar nuestras capacidades intelectuales para alcanzar esa meta sagrada. Además, no podemos ser responsables de todo lo que se escribe. Si nos dedicásemos a responder a cada invención y provocación, no tendríamos tiempo para crear una nueva literatura que pueda brindar un respiro al espíritu de la generación, dejándonos arrastrar tras toda expresión lamentable.
Si ese libro plantease una problemática que concierne a todo Israel, deberíamos tratarla. Pero, gracias a D’s, los alumnos del Rav Kook no se encuentran sobre otro planeta, sino que forman parte hace ya cien años del paisaje israelí. Todos los conocen y saben que los argumentos del libro son falsos y fútiles. Por lo tanto, los alumnos del Rav Kook no deben inquietarse frente a esa especie de “Protocolo de los Sabios de Sión” escrito en su contra.
No es la primera vez que se publican citaciones incompletas de las palabras del Rav Kook para desacreditarlo y engañar a la opinión pública. Ya el Rambam (Maimónides) escribió sobre ese tipo de falsificadores, citando el versículo de la Torá: “Cuidaos vosotros, que no se desvíe vuestro corazón, y os apartéis, sirváis a otros dioses y os prosternéis ante ellos” (Dvarim, 11:16). A argumentos como éste decimos que ser el “asno del Mesías” es estar en un nivel alto, puesto que el asno es un animal que es bueno en su interior, mismo si tiene signos exteriores de impureza (Epístola555). El problema es cuando se es un simple asno. “Si nuestros maestros son comparados con ángeles, somos sólo seres humanos. Pero  si suponemos que eran hombres, somos como asnos simples, y no como el asno (astuto) de Rabí Janina Ben Dosa y el de Rabí Pinjas Ben Yair” (Shabat, 112). Si comprendemos que nuestros predecesores eran ángeles, merecemos el título de “seres humanos”, y si no, no valemos más que asnos.
No obstante, debemos ser condescendientes con el autor de “El asno del Mesías” y pensar que su intención no fue engañar para despertar la agitación intelectual, sino que simplemente no analizó suficientemente las palabras del Rav Kook. Si hubiese estudiado sus palabras en profundidad no habría escrito lo que escribió.
Efectivamente, las palabras del Rav Kook son novedosas, profundas y complejas. Sin embargo, durante toda su vida, no fue comprendido sino que fue atacado de todas las direcciones. Persecuciones humillantes arruinaron su vida y también la acortaron. Pero, a pesar de las dificultades, prosiguió marchando hacia adelante y enseñando el camino a seguir. Cuando su hijo, el Rav Tzvi Yehuda Kook, le aconsejó eliminar el párrafo que trataba de la importancia del fortalecimiento del cuerpo a través del ejercicio físico en su libro “Orot” (pág. 80) por temor a que no fuese comprendido y recibiera ataques, le respondió su padre: “¡Ese es un temor que proviene de seres de carne y sangre (mortales)!” y exigió que el texto apareciera en su totalidad. Encontramos también que Moshé Rabeinu temió escribir “haremos un hombre” en plural por miedo a la idolatría. El Señor del mundo le respondió a Moshé: “Está escrito, y quien quiera equivocarse, que lo haga”.
El Rav Kook es el verdadero arquitecto espiritual de la resurrección del pueblo judío en su tierra. Tuvo bajo su responsabilidad la misión más dura: unir lo sagrado y lo secular, darle a lo sagrado elevado una base en lo secular, e inyectar en lo secular el espíritu de lo sagrado. Por esta razón, hubo tanto datiim como jilonim que lo censuraron. Recibió críticas procedentes de unos y otros. El Dr. Azriel Karlibaj cuenta que cuando el Rav Kook escuchó que en un Kibutz de los alrededores de Jerusalén se había decidido comer intencionalmente pan en Pesaj, les trajo Matzot y  les rogó que aceptaran y utilizaran su obsequio. Los jalutzim se negaron a aceptarlo y expulsaron al justo coronado de sabiduría. Al día siguiente, en el primer día de Pesaj, en su camino hacia el Kotel, fue atacado por jóvenes ultra-ortodoxos. El Rav pensó para sí que aparentemente había heredado algo del espíritu de Yehoshua Bin Nun.
Yehoshua Bin Nun, el mediador, fue definido como un “varón en el que hay espíritu” (Bamidbar, 27:18), expresión que Rashí explica diciendo: “que pueda conducirte ante el espíritu de cada uno”. Durante toda su vida, trató de unificar a los rivales, a pesar del desprecio y el recelo. No recibió palabras de agradecimiento de quienes ayudó. Se sacrificó plenamente para lograr el renacimiento del pueblo. Aceptó esta carga con amor y cubrió todos los pecados de la gente con amor ( Dr. Azriel Karlibaj).
Ya en su época, el Rav Kook fue acusado del deseo de usurpar el poder con la fundación del Rabinato Central de Israel: “El argumento presentado entonces  por los izquierdistas moderados fue que estaban interesados por la resurrección del judaísmo, pero no querían someterse a la tutela del judaísmo en todos los aspectos de la vida”. Así dijo el profesor Klausner: “No volveremos al “Comité de los Cuatro Territorios”, época en la cual los rabinos determinaban el orden de la vida judía”. El Rav Kook respondió: “El judaísmo es el ideal de la nación. Nunca pensé ni se me ocurrió que el Rabinato  pudiese ejercer el gobierno sobre nuestros sectores seculares. Me refiero al ideal del judaísmo - que los rabinos son los portadores - que sea el que influya en nuestra vida…. No existe entre nosotros dos sectas diferentes, formamos todos parte de un mismo pueblo sagrado, y aspiro al día en el cual surja y se eleve la luz ideal y espiritual del judaísmo. Por supuesto, cuando la fe se descubra en la nación, también influirá sobre todos nuestros actos por la vía del amor” (Artículos del Rav Kook 455).
El Rav Kook no consideraba al “asno del Mesías” como la principal fuerza sino que precisamente a la “luz del Mesías”. Ésta emanará del conjunto de las contradicciones y facciones de la nación: de los religiosos, de los nacionalistas y de los humanistas (Orot Hatjiá,18). El Rav Kook enseñó que la resurrección incluye dos aspectos: lo sagrado y lo secular, cada uno de los cuales es firme, amplio y completo, y reconoce el valor del otro. La  importancia de la edificación de la entidad nacional y el trabajo del pueblo, sobre los cuales se erige la verdad eterna y las tendencias del espíritu de nuestra vida. Esta es su misión: iluminar a la nacionalidad a partir de la fuente de la fe. Ambas partes - datiim jilonim - deben reconocer el heroísmo de la vida del prójimo. Hay que revelar los deseos internos de la generación que ha resurgido y proseguir plenamente el desarrollo y el renacimiento de los caminos de lo secular. Y realmente, lo profano no es tal sino que constituye parte del proyecto divino, del culto de D’s de la generación y de las futuras generaciones.
El Rav Kook no buscó imponer su visión ni dominar, sino aumentar la fe y el conocimiento de todos, agregando una luz dulce. El origen del pesar son los temores infundados: “Las profundidades del ser están envueltas con temores vanos, y el oscurantismo se extiende alcanzando el espíritu del individuo y de la comunidad” (Orot Hatshuvá, 16,2).
Los jilonim temen ser dominados por los datiim, y los datiim temen ser dominados por los jilonim. Todos temen y causan temor. Pero, en realidad, no hay qué temer. Un único espíritu divino late en todos.
Una vez, dos déspotas ebrios decidieron organizar un combate de osos en la taberna la semana siguiente. Al volver a su palacio el primer déspota, recordó que no tenía un oso, y por lo tanto, le ordenó al judío de su corte: “Tú serás el oso. Ve y compra una piel de oso en el mercado. Si no lo haces, serás expulsado”. El otro déspota descubrió que tampoco tenía un oso y también le ordenó a su judío que se disfrazara. Cuando llegó la noche del combate, ambos osos estaban inmóviles en los extremos de la sala y temblaban de miedo. Pero el público gritaba para que avanzaran. Lentamente se acercaron. Cuando uno de los osos vio que había llegado su última hora gritó “Shemá Israel” (“¡Oye Israel!”), y el otro oso respondió instintivamente: “H’ Elokeinu H’ Ejad” (“¡D’s nuestro Señor es uno!”)….
No hay osos, sino que hay dos judíos que pertenecen a un mismo pueblo. No hay osos datiim ni osos jilonim, sino que hay un solo pueblo con una sola alma. En lo profundo del alma, todo es uno. También en lo profundo del alma del autor de “El asno del Mesías” todo es sagrado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es importante para nosotros!