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5/13/2012

El proselitismo islámico está en clara antítesis con la Torá.



Este punto es muy importante. Veamos. El cielo e infierno del islam son eternos. Una persona condenada al infierno no podrá salir de ese estado de sufrimiento jamás. Las descripciones de él y sus penas son terribles, una pesadilla. El infierno musulmán es un fuego eterno (Sura 41:28). Incluso algunas personas nacen predestinadas al infierno (Sura 7:179) sin que haya retorno o arrepentimiento posible.


El alma del infiel no musulmán, según la Sura 7:40, no podrá salir del infierno: “cuando un camello quepa por el ojo de una aguja”. El infierno es eterno (Sura 2:80) en contra de la tradición rabínica según la cual puede ser temporal.


En el Talmud hay numerosísimas opiniones sobre la existencia del “cielo” y del infierno, y ninguna es definitiva.


Pero en caso de que el infierno exista, alguien puede estar en él un periodo de tiempo de un año (simbólico) como máximo. Aunque también está la opinión de que el infierno no existe, sino que del propio impío sale un fuego que lo abrasa y martiriza en vida.


Con este cielo y este infierno, el islam amenaza con la condenación, ya que solo en el islam está la verdad, o también vende un cielo para sus adeptos. El islam es la única religión verdadera (Sura 3:19). Sí, digo vende, porque las religiones (no como la Torá, que es una forma de vida, como veremos un poco más adelante) esclavizan a la gente con estas cargas. Fuerza la mente de la gente a creer en cosas que escapan a su capacidad, y estas creencias ocupan el lugar que deberían tener muchos conceptos de mayor importancia. El miedo es un mal consejero.


El islam vende un cielo porque trafica con las almas. Tra-fi-ca. Como si las almas de los demás fuesen una mercancía con la que comerciar. Con un proselitismo feroz, ya que es una obligación moral, y los cinco principios fundamentales de fe y los pilares básicos que definen el islam son muy simples y, ante los hombres más sencillos, parecen una síntesis perfecta y depurada.


La mayoría de los conversos se hacen musulmanes sin recapacitar sobre estas creencias y lo que significan, y porque se sienten abrumados por el sentido de comunidad islámico o porque huyen del laicismo y la desesperación o las lacras sociales, y no conocen una respuesta mejor que la que da el islam.


Nada saben de su paganismo conscientemente, ya que muchos parten de un imaginario cristiano o animista, aunque sea desde el laicismo.


Esto es muy común en Occidente hoy en día, donde el índice de conversiones aumenta dramáticamente año a año, tanto en Europa como en toda América. También en África y otros lugares. Es bien conocido el fenómeno actual de conversiones masivas en Andalucía, en el sur de España.


Existen 1.8 mil millones de musulmanes en el mundo, y el islam es la religión que se extiende a más velocidad.


Históricamente, además, ser musulmán era una ventaja política en los estados musulmanes, ya que los que no lo eran tenían una ciudadanía de segunda con muchas desventajas en sus libertades o exclusión social (lo veremos más adelante en el estatuto de los no musulmanes en los países del Islam).


Un musulmán tiene la obligación religiosa de expandir su religión hablando siempre que pueda del Corán e influyendo en los demás no musulmanes en todos los ámbitos para islamizar el mundo. Un musulmán que gana dos nuevas almas para el islam tiene el cielo asegurado. Considera que el Corán es la mejor guía para salir del error y que lo es para toda la humanidad. Consideran que ha habido diferentes revelaciones abarcando mayor número de pueblos o culturas cada vez elevándose en progresión hacia el Corán, la más perfecta. La meta del Corán es islamizar el mundo entero, judíos, cristianos y cualquier otro grupo incluido.


La Torá, sin embargo, es la forma de hacer la justicia de HaShem en este mundo.


Incluso aunque haya un cielo, no es fundamental para la vida en este mundo. Como la Torá es una forma de vida y NO una religión, las creencias son libres siempre que no te lleven al error y al pecado. Puedes creer lo que quieras, mientras no sea en idolatrías que te alejen de HaShem. El único acuerdo entre todos los sabios judíos es que HaShem es la ética y la justicia. Lo importante es lo que haces. Sin embargo, la concepción de la moral musulmana dice que solo la fe puede prestar valor a las obras (Sura 9:54). Sin la fe, las obras no valen nada.


Y la Torá está en contra de toda forma de proselitismo activo, porque HaShem nos ha dado la libertad de conciencia, e ir contra ella sería ir contra HaShem y un insulto al alma del prójimo. Además, la Torá abarca un mensaje para los judíos y para el gentil, que con cumplir las 7 leyes de Noé (שבע מצוות בני נח “sheva mitzvot Benéi Nóaj”) alcanza toda la bendición y grandeza que le cabe a un ser humano.


El islam va contra este Pacto con los hijos de Noé (Benéi Nóaj), que incluso es conocido en algunas fuentes islámicas pero muy alterado, considerándose el propio islam como sustituto natural del mismo, y de todas las posibles revelaciones. En el Corán se afirma que Aláh no ama a los infieles (Sura 30:45; 33:64), sin embargo, la Torá afirma que HaShem ama a todas las criaturas sin distinción.


La Torá enseña que HaShem ha hecho un Pacto con toda la humanidad, primero a través de Adam, que recibió 6 de las que luego son las 7 leyes de Noé (al salvar los animales y pasar la humanidad del vegetarianismo al consumo de carne se añadió la prescripción de la piedad hacia los animales). Y luego fue confirmado y ampliado en las 7 leyes con Noé, antepasado de todos los humanos tras el Diluvio. Toda persona tiene este Pacto hecho con HaShem por el mero hecho de nacer, ya que forma parte del Plan Divino para la Creación, y de cada persona se espera que lo ratifique con la debida observancia ética de sus leyes, que constituyen una especie de derecho natural sin límite espacial o temporal.


Es la “religión” (en realidad forma de vida) universal y primigenia anterior a todas las idolatrías.


Todo gentil nace como hijo de Noé (Ben Nóaj), son los padres los que lo cambian a las religiones, llevándolo tras idolatrías que no son HaShem. La primera conversión la realizan los padres y luego el medio social y cultural. Por eso, según la Torá, no cabe proselitismo o conversión, un gentil solo debe abandonar la idolatría de la sociedad en la que vive y recuperar el disfrute de estas leyes que en realidad le pertenecen por derecho propio. Son su verdadero ser, no hay que convertirse como en el proselitismo islámico.


No cabe hablar de conversión en hijo de Noé (Ben Nóaj), no se hace, nace.


Cuando desaparecen las religiones, los mitos, las ideologías, los ídolos, solo queda el Pacto con HaShem, la Torá. El ser humano vuelve a recuperar su naturaleza primera; el haber nacido en un estado de armonía y de paz.


No hay dogmas de fe, sino acción. El Pacto de los hijos de Noé (Benéi Nóaj) no tiene secretos. Busca la libertad, la realización personal y la felicidad. Pregunta, y habrá respuestas. No hay que conformarse con una existencia mediocre.


No se convierte a nadie, sino que se “desconvierte”, se retorna a HaShem haciendo teshuba. Hay que “desconvertirse” para que un no judío sea hijo de Noé (Ben Nóaj), un monoteísta puro.


La Torá no esclaviza como las religiones (incluido el islam), sino que hace que el judío y el gentil desarrollen con moderación todas las facetas positivas de su personalidad y sean sus verdaderas personas. Seres humanos auténticos, respetando el papel de cada uno, sea judío o gentil. Lleva al hombre a su verdadera naturaleza. Sin más. Esta Vida y Este Mundo. Lo que ocurra luego o antes de esta vida... solo HaShem lo sabe. HaShem dirá.


La Torá nunca ha buscado judaizar el mundo, sino “humanizarlo”, llevar a cabo la finalización de la Creación, haciendo de Este Mundo un lugar mejor en el que HaShem habite. Siempre desde el respeto al otro, sea o no judío. El Talmud enseña que el que se levanta contra un gentil (proselitismo), lo hace contra HaShem.


Nunca un judío o un hijo de Noé (Ben Nóaj) con el Conocimiento suficiente de la Torá podrá ser engañado con el cielo o el infierno del islam. El tráfico de almas con la venta de cielos o las amenazas infernales es patético.


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